Y
dijo el Sol: ¡Sal, sal del agua, Sal!
Y
dijo la Sal: ¡Sol, sal y quítame el azul, Sol! Celedonio López Peñate
LIBRO I
1
El océano alimenta mis
orillas.
Aroma a salitre las
vías del tren.
2
Dame un
abrazo, mar,
en la
inmensidad de tu sal,
llévame
contigo
en las olas
de tu espiral.
Dame un
abrazo, mar,
en la
inmensidad de tu dulzura,
llévame
contigo
en las olas
de tus lluvias.
3
Si te fuera a
ver
y tu me
dieras
pan y sal,
¡cuánto mar
y trigo yo
sería!
Si te fuera a
ver
y tu me
dieras
pan y sal,
¡cuánto amor
de ti yo
sabría!
4
Cuando haya
subido y bajado
todas las
montañas y riscos;
quisiera
estar
en la tierra
árida y seca
muy cerca
del mar.
Cuando
llegue el invierno
y la lluvia
se deslice serena
por cumbres
y medianías
recogeré en
mis brazos
las sales
dulces de mi isla.
5
Las playas
del sur saben
del sudor y
lágrimas aparceras
descendiendo
al mar
y por eso a
veces se confunden
y miran a
las montañas
creyendo
allí ver
fondos de
sal y de agua.
6
Si me
dijeran que quieren atrapar al sol
para
cobrarnos los días me lo creería,
y si me
dijeran que quieren atrapar a la luna
para
cobrarnos las noches también me lo creería.
Una vez
atraparon las salinas.
7
Cuando le
miro y su mar lleno de años me mira,
me sumerjo
en las aguas de sus ojos
para cuando
él no esté tener su sal.
Cuando le miro, allá a lo lejos,
¡cuántos
años tiene su mar
y qué cerca
le sigue el mar mío!
8
¿Y la luna?
¿Dónde está la luna?
¡En las
marismas que el mar nos da
cuando viene
con ella!
¿Y las
salinas? ¿Tiene luna la sal?
La sal
siempre mira a la luna
para saber
del mar.
9
¿Cómo voy a
llorar los años?!
¡Se
escaparían volando
las lunas y
soles que tengo!
¿Qué cómo
los llevo?
Mirando
despacio a la luna y al sol
para que no
pasen deprisa los cielos.
10
Quedemos por
la luna y el sol,
luna serán
los días y sol serán las horas.
De luna en
luna tú y yo,
así seremos
en el agua amándonos los dos.
11
Dame la
mano, amor,
retomemos
los senderos,
se hacen
agrestes las montañas
y es fácil perder el camino
en la
arboleda de las ramas del tiempo
si no
llevamos sol y luna en el compás.
12
Deposito
en mis ojos el camino.
Comienzan
en él mis pasos.
13
Cierro
los ojos
y
cuento tus sonrisas.
Son
tan bonitas…
14
Riega
las semillas y canta
Las
raíces están naciendo
melodías
de letra y agua
15
La
semilla se confiesa.
Dice
todo lo que sabe
y
nace el árbol.
16
La
luz crepuscular me cose.
La
herida se cierra como una flor
17
Anoche
la luna anduvo cerca.
Amanecieron
mojadas las macetas
18
Con
hebras de sol y de palma
hago
en mi pecho un nido
Piedrecitas
de cristal
se
deslizan entre mis dedos
mientras
me duermo.
19
Trátame
como a una semilla.
Hay
suficiente luna en los estanques.
20
Despojemos
de géneros nuestros sexos:
Cruces
y flechas sangran nuestros cuerpos.
21
Reloj
de sol.
La
sombra de mi cuerpo
marca
las horas.
22
Desde
mi madurez contemplo
la
fruta madura en el árbol.
Al
final de mis aguas
estarán
todas mis rosas.
23
Arco
iris en las pestañas.
El
sol ilumina mis lágrimas.
24
Mis
lágrimas en tu hombro.
Luz
para los ojos
25
El
corazón viene a los ojos y descansa.
No
asustes sus lágrimas.
26
El
árbol llora.
Hace
luna llena
y
mucho viento.
27
El sol sale del agua
Vuelan las gaviotas
28
Se
desprende la pereza del verano.
Otoño
en las hojas.
29
Las
calles están mojadas.
La
noche fue mansa.
30
La
luna cae constante en el patio.
Línea
tangente
entre
mi casa y la calle.
31
Las
nubes barren el cielo.
Se
alejan y solo queda una
dando
los últimos toques de brillo.
32
En
la copa de mis brazos bebo la noche..
La
luna tiñe de azul mis días tristes.
33
Un ave cantora se posó en el
pecho.
Asoma su corazón rojo.
34
Dueña
de mis ojos aguijón succiono el néctar.
La
historia se escribe en extensa poesía de abejas.
35
La
flor ya es verdadera
Es
hora del néctar.
36
Cercanía
de tierra y mar.
Sol
próximo al agua cubre de rojo la montaña.
37
El
sol es solo uno.
Luces
y sombras
el
sol en las ramas del árbol
38
Abro
la puerta y veo el mar
Su
casa es un barco.
39
Me
gustan las playas de piedra.
El
mar las besa y canta.
40
El
mar es un poema grande.
Me
baño en uno de los versos.
41
Día
de lluvia,
Corren
los barrancos.
Mar
lleno de tierra.
42
Las
presas lamen sus grietas
y
la tierra guarda silencio,
el
cielo empapado se agacha
y
entrega su cosecha.
Caen
las primeras lluvias.
43
En
la tierra seca se escucha el viento.
La
tierra mojada no tiene resquicios.
44
En
la isla el agua es un sueño.
No
despierten al cielo,
está
lloviendo.
45
El
Teide nos lava con ternura.
Boca
callada besándose los pies.
46
Patio
de sonrisas.
Han
florecido las margaritas.
47
-Ahí
viene el sol corriendo detrás de mis laderas.
_
Que no, tierra, que no, que eres tú quien se mueve.
48
Guirnaldas naranjas iluminan las
aceras.
Dorado trayecto de támaras.
49
Huellas
de piel y barro
Pies
descalzos.
50
La
tierra murmura en sus laderas.
Conserva
las huellas de cuando fue labrada.
51
Remanso en
los días de tormenta
tus ojos
frente a mí.
Lo importante te lo pregunto
siempre.
Sé cuáles serían tus palabras.
52
Corazón
salado y dulce.
Desde el
inicio al beso último
canción
de luces el discurrir del agua
53
Toma el águila en sus brazos al
hombre
y lo arropa en el calor de sus
plumas.
Hermoso arrorró los dos corazones
juntos.
54
En el cementerio corre un barranco.
Lágrimas de vivos y muertos.
55
Dolor antiguo.
Cierro los ojos,
no cabe más en ellos.
56
El cielo y el agua son para soñar.
La tierra es firme.
57
El viento agranda el aire.
No cantan los pájaros.
58
Sus manos son sinceras.
Entrega los ojos en ellas.
59
Constante floración de semillas.
En la tierra la soledad no existe.
60
Las almas
desnudan no pesan.
Vienen a las manos como niñas
61
El sueño está soñando.
Los sueños si se juntan
construyen un sueño más grande.
62
El mar rebosa de flores y la luna de
néctar.
La mesa está puesta.
63
La semilla abre la tierra y nace.
Abro mi sangre y grito.
64
El corazón salta al pecho.
Escucha lo que aquí se dice.
65
El árbol no tiene nada cerrado.
Se alimenta y crece
66
Me refugio en los brotes.
No quiero ser hoja caída.
67
Me arrepiento de las prisas.
Es tiempo que falta a mis ojos.
68
Elevo mi pecho colmado al cielo
Desde allá arriba me responde mi yo
69
47
Mi almohada y mi sábana
son las alas
en mis días de avestruz.
70
En la palma de mi mano
tengo el cuerpo de mi padre.
Una rosa blanca.
71
En el aire te abrazo
y seguimos conversando.
Labro tu escultura en el agua,
te doy la mano y andamos por la
playa.
Te conozco, sé cuáles serían tus
palabras.
72
Un águila se posa en mi cabeza.
Una sola ala me cubre hasta los
pies.
73
Flores vírgenes en los almendros
Las gotas de rocío resbalan en los
labios
74
Haces dentro de mí
el mismo recorrido que el aire.
El aire es una cuerda grande
donde se columpian y cantan los
pájaros
75
No quiero más reloj
Solo el de mi cuerpo
bajo el sol.
El cielo me cultiva.
La luna me siembra.
76
Cojo la naturaleza,
la meto en una copa
y me sumerjo en ella
Vomito la hojarasca
y las cortezas muertas
Giro el cuenco de la luna nueva
mojo mis labios y bebo.
.
77
El sol dispersa mis lágrimas.
Tengo arco iris en las pestañas.
LIBRO II
1
La
luna entra en mi boca.
Desciende
por mi pecho
llega
a mi estómago
recorre
mis piernas
llega
a mis pies
se
da la vuelta
regresa
a mi boca.
y
abro los ojos
de
luz llena por dentro.
2
La
luna anda con el sol en su parte íntima,
plenitud
encendida en su zona oculta.
Orgullosa,
satisfecha, se dará la vuelta.
3
Mis
ciclos de mujer
se
parecen a los ciclos de la luna,
según
sea mi relación con el sol
será
mi luz encendida.
4
El
árbol tiembla.
Hace
luna llena
y
mucho viento.
5
Rebosa
el mar
y
mi vaso de agua.
Luna
llena.
6
Luna
llena de día.
El
sol sale del agua.
Vuelan
las gaviotas.
7
Bajo
la luna
se
unieron los dos.
Flor
de cala.
8
La
luna llena me sale por la boca
con
todos los órganos, pero no muero.
Me
regenera el aliento.
¡Cómo
me puede la luna llena!
Todo
lo agranda.
9
¡Oh,
cómo me gusta la luna llena!
¡Luna
que me desborda, zarandea y abraza
en
la espuma de los cantos rodados!
Me
gusta porque me levanta en volandas
y
aquí no pasa nada solo pasa que reboso
en
frondoso oleaje que rompe contra las rocas.
Luna
que me convierte leona en los campos,
no
muerdo, no araño, no piso, sólo pongo mi zarpa
en
el barranco que es mío devorando
insaciable
de carne en los huesos
10
Anoche
la luna vino con viento,
partió
árboles en la avenida,
tiró
macetas y arrancó flores en los patios.
Sometida
a borrascas de aires fríos y calientes
se
defendió heroína salvaje de selenio
A
todos nos gusta la luna dulce,
la
luna cómplice de nuestros cuerpos íntimos
y
nos olvidamos que su luz de plata es humana,
obligada
a la misma proporción matemática y divina.
11
Soy
más de agua como la tierra.
El
sol y la luna me hacen lo mismo que a ella.
12
Las
calles están mojadas.
El
alba vino en agua de plata,
la
noche fue mansa.
13
La
luna se descuelga del cielo.
Viene
a mi pecho cuando la sueño.
14
La
mesa está puesta.
Las
copas beben el rocío de la noche,
cielo
colmado de estrellas.
La
luna fermenta las viñas de mi pecho.
LIBRO
III
1
Asoma
su corazón rojo.
Un
ave cantora
le
arrancó la carne del pecho.
2
La
noche se desliza por la sala
como agua de
una acequia,
solo
se escucha el tic tac de un reloj.
Una
barca se mece en el agua
adornada
de faroles encendidos
y
diminutas campanas de cristal.
La
noche está en silencio y mi alma quieta.
3
El
sol tiene la luna dentro.
Amaneció
mucho más grande
color
plata y bronce, color de espiga.
4
La
historia se escribe
en
extensa narrativa de verdura
y
en extensa poesía de abejas.
Dueña
de mis ojos aguijón succiono el néctar.
5
Las
palabras se convierten en crisálidas.
En
su lectura están las alas.
6
La
flor ya es verdadera
Es
hora de tomar su néctar.
7
Las
dos luces se abrazan,
la
luz ocre de las raíces
y
la luz azul de las hojas.
Fruta
en el árbol.
8
Me
siento a las puertas del Sol para entrar dentro.
Anhelo
insaciable de la carne pegada al hueso.
9
Levanto
la vista al cielo
y
en él deposito
la
tierra húmeda del suelo.
El
sol calienta el camino de mis pies.
Tierra
que volverá a mis pasos.
10
Se
pondrá roja la montaña.
El
sol se aproxima al agua.
Ponte
en la montaña
para
que sea en ti el crepúsculo
del
sol cuando entra en el agua.
El
sol siempre duerme en el mar,
espacio
íntimo de sus cosas.
11
Hay
poemas que se resisten a ser escritos,
y
quizá nunca lo sean pero están ahí,
en
el recorrido que comienza en los ojos.
Los
guardo, me son alimento en los labios.
Ahora
tengo uno que me ofrece pan y agua,
una
luz en la cumbre::
las
montañas más cercanas tienen su color,
las
más alejadas son casi blancas
y
en medio un resplandor,
y
pensé, ¡Dios, tiene que ser mi padre!
Era
un rayo de sol colado entre las nubes.
12
El
sol dejó chispitas en la hierba.
Parecen
flores amarillas.
13
Con
el alma en la boca
y
el corazón en los ojos
tomo
al sol con las manos
y
muy despacio lo ingiero.
Se
desliza por mi cerebro,
desciende
hasta mis dedos
y
en mi áurea lo recojo
y
lo deposito en el cielo.
Ligera
como el aire
ya
no pesa mi alma
en
las sendas de la carne.
14
Cómo
acaricia el sol al agua.
Juegan
y juegan
en
amarillo el sol,
en
azul el agua
y,
en comunión,
se
izan al celeste
para
alcanzar el verde
de
la lluvia en los campos.
15
Este
aprender constante
me
tiene en el aire.
Doy
vueltas alrededor del sol
y
no me caigo.
16
El
sol recorre las esquinas de mi cuerpo.
Salta
de mis ojos a mi boca,
desciende
por mi pecho,
pasea
por mis brazos,
sube
y baja por entre los dedos
cae
por entre mis piernas,
y
se pasea lentamente por mis pies.
17
He
de ir al otro lado de la isla
para
tocar, al anochecer, el sol en el agua.
Siempre
lo toco en la montaña.
18
Se
caldean los patios.
Incandescente
azul del cielo
que
se vuelve blanco.
19
El
sol se desliza bajo de la piel.
Está
todo dicho.
Los
cuerpos hablan a solas:
canción
sonora de las almas juntas.
20
Doradas
estancias las almas encendidas.
Dorados
templos donde yacen los cuerpos.
Doradas
tierras, doradas aguas
donde
canta el crepúsculo, donde canta la aurora.
21
Todo
es luna y sol.
Luces
y sombras.
22
Arco
iris
las
gotas de lluvia
en
el árbol.
23
El
sol y la luna se toman su tiempo,
Conversan,
toman un café y se ponen al día
de
las cosas que han sucedido en el cielo.
Son
instantes que parecen de día o de noche y no lo son.
Al
atardecer, el sol la acomoda con su claridad en el cielo
y
a la mañana siguiente la luna le da la bienvenida,
con
una copa de licor que ha destilado durante la noche.
A
veces se hace la rezagada y continúa en el cielo luna de día.
24
Hacía
mucha luz,
era
de noche y aún así se veía
el
color azul del agua en la avenida.
Pensé
que era la luna
y
era el sol en su penumbra.
Las
penumbras no son amargas,
son
espacios dulces entre luces y sombras
del
sol cuando se pone y del sol cuando amanece.
26
El
cielo está cerca,
se
puede tocar.
Las
nubes lo arrastran
y
él, plácidamente, se deja llevar.
27
Da
vueltas dentro del sol hasta consumirse
Nada
del ser que asciende en cuerpo de luz.
28
El
sol erosiona la montaña.
Bebe
en sus playas de arena.
29
Miró
al sol
y
el sol la miró.
Lo
tiene dentro.
30
Tomaron
al sol oculto entre las nubes
y
volvieron en fotosíntesis a ser árboles.
Sin
carne y sin huesos bebieron
el
sol posado en el cielo de la mesa.
31
El
cielo despejado es tu fiel vasallo,
planicie
de estío donde levantas tu imperio
sol
abrasador omnipresente emperador
de
todas las tierras bañadas por tu luz
investido
de todos los poderes
sobre
tus súbditos que haces tuyos
en
la claridad que alumbra todas las criaturas,
uniforme
luz que no deja resquicio para las sombras.
Luz
diáfana voraz saciada en las horas de sueño
en
que somnoliento dejas tu espesura.
Glorioso
trono del que sólo te abdican
los
ejércitos de agua nacidos en tu ejército de luz,
agua
que en tu propia voluntad te rinde
y
es entonces cuando eres un artesano
laborioso
de colores en tu plenitud nunca vistos,
te
deslizas con dificultad entre las nubes
por
estrechos pasillos que alumbras
tímida
luz de ternura encendida
Hacedor labriego de agua que en tu luz
la
amasas porque la necesitas,
agua
que traspasas para que puedan verse
las
luces de tu hacienda.
32
Me
saco el corazón
y
lo pongo al lado del sol.
¿Cuál
de los dos me da más luz?
33
¡Abre
la puerta, ábrela más, de par en par!
¡Y
también las ventanas, ábrelas todas,
las
que dan a la calle, a los patios!
Hijo,
abre también las puertas interiores,
es
el sol quien viene entrando
y
su luz es muy grande
y
quiere andar por toda la casa.
Así,
así está bien, y, ahora, tú y yo,
en
esta casa nuestra posada dentro del sol.
34
Trayecto
de luz naciente, de luz naciendo
de
luz que me nace en su útero de luz nacida
en este trayecto diario de luz
amaneciendo.
recién
despierta luz que se desliza
por
debajo de la luz mojada nocturna
que
cubre las montañas.
Desciendo
hacia un sol grande
en
llamas nuevo sin usar de la aun tibia fragua
que
me toma y sacia de hambre hacedora
de
agua y de pan en era de trigo y mar
que
me cierne por un sendero azul
de
cielo y mar que todo lo cubre.
Las
nubes se retiran, vuelan gaviotas y palomas,
el
sol nacimiento de la luz ya viviente
me
recibe en las ramas de una palmera.
------------------------------------------------------------------------------------------------------
35
Se
diluye la noche en la luz del día.
El
sol viene y se lleva cosas
como
si fueran suyas, sin intención,
solo
es su luz, la gratitud de su luz recién nacido,
después
un niño que gatea por las baldosas del patio,
un
niño que pronuncia sus primeros vocablos
y
después un niño que camina, que más tarde salta,
y
poco a poco corre y llega al andar inquieto
adolescente
descubridor de su luz
y
ya después adulto y cada vez más adulto
hasta
alcanzar la madurez completa,
y
ahí permanece, sabedor de su calor,
desarrollo
de su núcleo , de su helio,
que
no muere, que se abre sin mortajas
ni
mordazas, imposible detener su ser
deslumbra
los colores de los árboles y de las plantas,
ser
que solo se limita a ser y por ello ser que llega
a
ser siendo hasta consumirse lento
en
el cada vez más cálido descenso
en el que se abre, se muestra, lento atardecer
dando
tiempo a la imagen clara de las cosas.
36
Mi
amor, escucha la piel
donde
posas tus manos,
hablan
muy bien de ti las flores
en
las playas y en los campos.
Todas
las luces del cielo son tuyas,
solo
necesitas alzar la vista
y
sonreirán de regocijo tus labios,
ojos
que se abren más allá de los párpados
del
amor tuyo por el mundo.
37
Ven
a mí, luz, muévete adentro para verte
como
el aire cuando se mueve en brisa o en viento.
Ven
a mí, luz, veloz en el vacío que separa mi cuerpo de ti.
38
El
sol es sólo uno,
dependiendo
de los ángulos del cerebro
será
la refracción de los rayos.
Luces
y sombras
el
sol en las ramas del árbol
39
Miré
al cielo
y
después a las hierbas secas.
No
sé quién me dio la luz primero.
40
Verdes
hierbas en la tenue fragua
de
un sol de primavera.
La
flor se hace semilla.
Alegre
cantar que aguarda
al
próximo sol de invierno.
41
Llegan
las tardes serenas de otoño,
El
fresco se anuncia por las esquinas.
42
Luz
dorada en las calles
Es
otoño
43
Hojas
de otoño.
Cosecha
de un año de soles distintos.
44
Préndanme
en la hoguera,
y
si ya estuviera muerta,
saquen
de la tumba mis huesos,
o
de la montaña mis cenizas
y
préndanles fuego
si se comprobara herejía en mis versos
cuando
afirmo, que cada mujer, cada hombre
es
un sistema solar con s u tierra:
piel
y pensamiento.
Al
salir del juicio de la Inquisición,
Copérnico
dijo: "Pero la tierra se mueve.
45
Limpiar
el musgo y la hojarasca.
Verdad
absoluta
la
luz en la raíz de los árboles.
46
Mar
en calma.
Arco
iris de colores
los
peces en el agua.
47
Me
gustan las playas de piedra.
Constantemente
el mar las besa y canta.
48
El
sol traspasa el aire tibio.
El
mar se llena de luces.
49
Se
pone la mesa.
El
mar rebosa de flores
y
la luna de néctar.
50
¿Ves
la espuma blanca en las rocas?
Son
pétalos de rosa.
El
mar cultiva flores de besos.
51
El
mar salpica en las rocas.
Boca
llena de risa
52
Bebo
agua de mar.
El
alma la endulza.
53
No
sé el tiempo de vida de una gaviota,
pero
ellas llegan y miran al mar
comprobando
que sigue ahí
como
si fueran sus guardianas.
No
sé cuánto viven
pero
sumado el tiempo de cada una
es
una eternidad, la misma eternidad del mar
que
entre todas cuidan, primero una, después otra.
Y
lo mismo pienso de nosotros.
Esta
fue la playa a la que venían mis abuelos,
fue
también la playa de mis padres
y
es la playa a la que venimos mis hermanos y yo.
Sigue
siendo el mismo mar,
la
misma cadencia entre las olas, la misma orilla,
y
la miro igual que ellos también la miraron,
siempre
se mira al mar,
mirada
íntima, sobrecogida ante su inmensidad.
Entonces
pienso que todas nuestras miradas están ahí,
a pesar de lo efímero de sus olas, de lo
momentáneo de su espuma.
54
El
mar se comporta a veces como un niño.
Está
celoso y patalea en la orilla
al
ver como la tierra mira al cielo agradecida.
No
entiende cómo en los días de lluvia
nadie
se acuerda de él
cuando
es él quien da al cielo el agua.
Un
sol risueño entre las nubes
lo
acaricia y un barranco sereno lo besa.
Siempre
se olvida que el cielo lo vacía y la tierra lo llena.
55
Cuando
ya no pueda con mis brazos
surcar
el agua del océano
sé
que vendrás a la orilla
a
escuchar mis versos.
Yo
estaré allí esperando
en
mis pies tus besos
porque
así será como yo me vaya
mecida
en el arrorró de la playa.
56
Corren
los barrancos
y
el mar se llena de tierra.
Se
retiran y conversan.
57
Hay
días en que me deslizo sobre el mar
con
una rosa blanca en el pecho.
Son
las veces de paz en el agua.
58
El
mar siempre nos consuela, se pone en nuestro lugar,
según
esté nuestra alma, él se nos pliega igual.
En
su espuma blanca, en sus gruesas marejadas,
en
su inmensidad tranquila, podemos ver:
nuestros
sueños rotos, las tempestades, el tedio resbaladizo;
nuestra
risa, el grito de un árbol nuevo, el sosiego.
Tiene
todas nuestras lecturas y un sitio a donde llevarnos con ellas.
59
No
importa que vivas en otra isla,
compartimos
el mismo mar.
Todas
las mañanas tú lo miras,
allí
está la mirada mía,
la
recoges en la tuya
y
estaremos siempre juntas.
60
Que
sí que sí que sí que sí,
que
sí iré a llenarme de salitre
allí
donde las playas de piedra.
Que
sí, que ya lo sé, que ya sé
que
a las playas de piedra
ya
las salpica el mar,
ya las salpica el sol:
primero
el mar, después el sol;
gotas
de agua, calor;
tajarastes
de sol y caracol.
Que
sí, que ya lo sé, que ya mi piel,
¿no
la ves? ¡como una alpispa
bajo
el solsticio del sol quieto!
61
Si
el mar me llegara siempre por la cintura,
sin
más peligros que los de la orilla,
nadaría
mar adentro hasta el horizonte azul,
y
seguiría hasta el nuevo horizonte azul,
y
así, hasta alcanzar la otra orilla.
Sin
salir del agua regresaría
a
esta misma orilla, llena de azul.
62
Un
jardín recorre los rincones de otro jardín.
La
ciudad se detiene, sólo se escucha el eco
de
un mar tranquilo en la arena
LIBRO IV
1
Sendas
de agua y hojas secas.
El
invierno comienza.
2
El
cielo se cubre por el Sur,
las
gaviotas se alejan de la playa,
no
hace frío y el aire está quieto.
Preludio
de agua,
se
avecina buen tiempo,
las
presas lamen sus grietas
y
la tierra guarda silencio:
el
cielo empapado se agacha
y
entrega su cosecha.
La
tierra respira,
caen
las primeras lluvias,
tierra
en quietud mansa
para
no perder ni una sola gota de agua.
4
En
la tierra seca se escucha la boca del viento.
La
tierra mojada no tiene resquicios.
Fíjate
bien qué tipo de tierra me vas a poner,
si
el agua se filtra no habrá sal.
5
Empedrado
de luces eres a mi alma
barranco
que arrastras en tus aguas
las
savias de los cielos y de los riscos.
Barranco
que me hace barranco
atravesando
la sangre de mi pecho:
estruendo
sonoro en las presas y acequias.
Barranco
que muerde mi carne con savia blanca:
raíces
de cardones y ahulagas enraízan mis encías.
Barranco
que me arranca la piel y encarna en era,
semillas
de lauisilva y retama aventan mis venas.
Barranco
que me levanta en volandas
arrastrándome
tierra abierta
hasta
los cantos rodados de una playa.
6
El
mar lame los pies del barranco,
lo
acaricia y calma,
en
la cumbre las nubes son negras.
El
cielo abre las compuertas
y
derrama su vientre de agua.
No
despierten al cielo,
está
lloviendo.
En
las islas es un sueño.
8
Este
invierno trae agua,
el
sur ya tiene verde en las montañas.
El
verde y el azul se juntan.
9
Me
transpiran los rincones de un barranco.
En
mi piel se escucha el canto del agua.
¡Cómo
se ofrece la tierra en primavera!
¡Cómo
se derrama en culto al sol en sus laderas!
10
Al
cesar la lluvia
salí
corriendo detrás de los pájaros
para
beber lo mismo que ellos:
el
arco iris del cielo.
11
En
la tierra húmeda
caen
tres gotas y salen las ranas.
Eso
me contó la mujer de mi hermano.
Y
ha de ser verdad,
los
dos viven cerca de una presa
12
La
tierra y el agua se van a la planta
y
la planta se va a la flor
y
la flor se va a la fruta
en
corteza dorada por el sol.
13
Sonido
de mar el viento en las palmeras
Frondoso
y húmedo silencio junto a la presa.
14
A
ambos lados del tallo de una palmera.
poso
las palmas de mis manos
en
posición de rezo
Me
impulso hasta su copa
y
la peino con mis dedos.
15
Intuía,
por su forma de estar,
que
había algo más en ella,
algo
que iba más allá de su elegancia y alegría,
y
que yo era incapaz de descifrar:
la
desnudez en la gran altura de su tallo.
16
Traigo
la palmera a mi pecho
y,
bajo mis pies, la planto.
Alzo
a lo alto mis brazos
y
abro, hacia fuera, las manos.
Soy
también una palmera.
17
Poso
los átomos de mi cerebro
en
las partículas subatómicas de la palmera.
Su
copa escurre por mis venas.
18
Edificios
verdes.
Cuajadas
de asfalto
las
palmeras se mimetizan.
19
Un
rumor se extiende por el pinar,
los
pinos están nerviosos,
la
pinocha cruje en sus lechos.
En
la naturaleza se prende fuego
si
no se la escucha.
20
La
tierra descansa.
Cultivar
por cultivar
malgasta
el agua.
21
Abro
mi pecho en árbol.
Cantos
de pájaros.
22
Esas
manos que recogen en la tierra
lo
que cuidan en invierno y en verano,
¿quién
no quiere esas manos?
23
Pies
descalzos.
Huella
mutua de piel y barro.
24
Sonidos
de ríos.
Brisa
en la presa vacía.
25
La
tierra del sur habla en sus laderas.
Aún
conserva las huellas de cuando fue labrada.
26
Mercado
de fruta.
El
alma se me va a los colores.
Como
mar quieta tomo asiento.
Son
colores de la tierra,
marisma
de fruta,
y
quiero estar en ella,
trabajar
en ella,
ser
de nuevo jornalera de la tierra.
LIBRO V
1
Posado en lo alto de la cumbre.
un águila prepara su largo viaje.
Durante horas mira animal serio
la inmensa seriedad quieta del mar,
la majestuosa magnitud de agua.
Semblante enjuto, de rasgos
del primer barranco ancestro,
comienza su ascenso, dueño del
primer aire
que bordea la altura de su estatura,
con la calma del aire quieto,
cortejo de las voces de los riscos.
Mueve sus alas despacio, a tragos de
aire
sobre el gran charco azul de los
espejos.
Al otro lado hay un hombre que habla
con las almas de los árboles y animales,
un hombre calladamente callado, en
silencio callado.
2
Toma en sus brazos el águila al
hombre
y lo arropa en el calor de sus
plumas.
Hermosa canción de cuna
el corazón del hombre
en las alas del águila.
3
Majestuoso, pausado, saca el sol del
agua
sus alas amarillas y las une en el
cielo.
Comienza el avance de la luz.
4
Depositó en el suelo una sonrisa
y sobre ella una flor.
Mi gusano de luz,
mi oruga, mi amor, libélula.
5
Donde la isla bebe de un trago el
cielo
y abre la tierra en barrancos, estás
tú, Celedonio,
ocupando tu espacio en la cumbre más
alta,
con la mirada puesta en la playa.
Comienza la gran danza del arado.
¡Tambores, chácaras, flautas,
timples, y guitarras!
Se desprenden las piedras, se abren
los pozos,
las galerías, las cuevas. Las
acequias gritan,
se desprende la maleza, las raíces
muertas,
se desangran las tabaibas, cardones,
ahulagas,
cantan los cernícalos y avanza en
sirinoque,
tajaraste, baile del vivo, polca,
tango herreño
los cauces dulces de los volcanes
hasta la arena!
Muy cerca del mar, donde terminan
las tierras de cultivo,
miras hacia arriba: la tierra
abierta, ningún árbol muerto,
es la hora de la danza del trigo, se
avienta la semilla,
la tarde se desliza mansa sobre los surcos.
6
¡Quítenle la ropa,
y la casa, y la noche,
y el día, y los años!
¡Quítenle todo
y déjenlo a la intemperie!
¿Entienden ahora
por qué la tierra le llora?
Él era como ella,
tenía cuevas donde guarecerse,
tormentas para la defensa
y campos hablantes de hierbas y frutales.
7
En las aguas de sus ojos
desembarco el cuerpo de mi padre.
Era su hermano.
Palabras del hijo Celedonio:
“Ningún intelectual pudo con él”
8
Ningún intelectual pudo contigo
en las islas de los volcanes.
¡¿Cómo iban a poder con el hombre
que hablaba con las raíces de los
árboles,
despedregaba de niño la tierra
y sacaba agua de los pozos?!
¡Cómo iban a poder con el hombre que
bebió
del porrón del agua con un lagarto
dentro
mientras armaba la tierra con el
sacho!
¡Cómo iban a poder con el hombre
que espantaba lagartijas de sus
piernas
en los surcos y acequias!
Tú sabías cómo se arrastran los
reptiles,
cómo se obtiene el agua en los
desiertos
y cómo se tiran, gritan y duelen las
piedras.
9
A un lado los riscos y montañas,
al otro lado la extensa playa
y en medio los escultores de surcos
armando con el sacho la tierra.
Cerca las cuarterías
blancas y los socos de caña.
Las niñas y niños juegan con palos y
verguillas,
las mujeres lavan en la acequia y
rocían los patios.
Se avecina la zafra, se desandan las
cucañas.
Sombreros y pamelas los hombres y
las mujeres.
Tiras de platanera, se hace la
latada, se planta la semilla,
se riega, se enguana y se raspa la hierba.
Se deshijan y amarran los tomateros
a la primera y segunda caña.
Flores amarillas llenan de tomates
los fardos en la cintura
y las cajas en los bajantes de la
tierra
por un anticipo feudal que no se desquita nunca.
Termina la zafra, vuelven las
cucañas y
los baños en la playa. Se desliza la
tarde, baño de agua dulce
en el afluente de un risco, regreso
a las cuarterías,
conversan en los patios, se
encienden las velas.
10
Por un instante deseché
la idea de mis arenas esparcidas.
Era un cementerio pequeño,
todos se conocían y hablaban entre
ellos.
Me pareció romántico, no estaban solos.
11
Tengo dentro de mí las diferentes
casas
de mis hombres y mujeres,
casas de puertas y ventanas abiertas
donde doy cobijo y me cobijan,
pero ahora tu casa está vacía..
Esta mañana noté tu regreso a una
casa nueva,
noté en mi columna la presencia,
no me duele tanto la espalda.
Han sido muchos los días buscándote
en tu casa vacía.
12
En la caja de tomate va mi sangre,
la de mi mujer y la de mis hijos e
hijas.
Pesa treinta kilos.
Usted me pone: 10 de apto;
15 de tara; y cinco de verde.
Deme la sangre que falta, es mía.
13
Una bandera roja se desprende
de las cajas de tomate,
en ella ondea la sangre
del sudor derramado en el surco.
Presencia el pesaje y exige su
fruto.
Se aleja, el capataz lo apunta.
Son las tres de la madrugada,
el viento ruge en los techos de
plancha,
ladran los perros, los niños se
despiertan,
la Guardia Civil se acerca, tocan en
la puerta,
se desangra la luna llena, aúllan
las tabaibas y tuneras.
Los gallos cantan, el hombre no ha
llegado,
la mujer destila su pena, el alba
está fría.
Escurren las montañas, el sol asoma
en el agua,
por el camino de tierra viene el aparcero
Celedonio.
14
Celedonio, Dios no existe,
no existe el más allá,
y tú no puedes estar
donde nada existe.
Estás aquí, en el lado de acá.
15
La muerte es impensable.
Cómo va a ser pensable si no existe.
Autor: Celedonio López Peñate.
16
No nos pertenecía,
éramos sus invitados,
invitados de honor,
invitados de todos los días,
invitados de su casa,
pero no nos pertenecía,
era sólo nuestro.
17
Si crees en el más allá de Dios
quítale el infierno
y déjale solo el cielo
porque si no, más que consuelo
se volvería tormento tu fe.
Toda la vida te han asustado con él.
19
Será siempre así, te seguiré
recordando
aún después de tener yo mi propia
tumba.
20
En la muerte de nuestro padre los dos confesamos comer tierra.
No sabemos la causa de esta
costumbre que tenemos de siempre.
Por vergüenza ninguno de los dos lo
habíamos comentado antes.
21
Aúllo de dolor,
la muerte me mordió.
Me arrastra por los riscos.
Los cardones me arrancan la carne,
abren en canal mi sangre,
escupo manojos de espinas.
Los dioses me acompañan
No dicen nada. Asciendo. Llego a la cima
Lloro a los pies del cielo
la muerte de mi padre.
Él se acerca,
¡Y a usted qué es lo que le pasa!
¡La tierra no se arrastra!
Me toma en brazos y me besa.
22
¿Y por qué me vienes ahora como un
pájaro?
¡Un pájaro saltarín, risueño,
pequeñito,
que me hace sonreír!
¡Ya no estoy triste!, parezco una
danzarina
y no sé cómo mirarte, no estás
apoyado a la pared,
o en el horizonte como una montaña,
¡eres un pájaro,
no eres un gigante al cual yo
arrimarme!
Qué hago yo ahora contigo si para
sostenerte
casi no te rozan mis manos, ¿no eres
ya mi padre?
Hay momentos de águila,
como cuando emprendí el
viaje hasta aquí;
y momentos de pájaro
como ahora,
¿cuándo tiene más fuerza
mi hija?
¿No es cuando salta como
un pájaro?
23
Yo no la puedo querer,
no puedo querer a tu muerte.
Fue buena contigo,
no te despertó mientras dormías,
y fue sigilosa, discreta,
desprevenida,
pero no fue buena con nosotros,
tantos años hablando contigo
y sin embargo al final no nos
dijiste
qué se siente con ella para que la
nuestra
no fuera tan desconocida.
En el cementerio corre un barranco.
Lágrimas de vivos y muertos.
24
A dentelladas afilados los cuchillos
de mis dientes
arranco la maleza del suelo y
escarbo.
Allá abajo, en el centro de la
tierra, está mi padre.
Pecho que sostiene mis pies.
25
Es tu muerte un perro en mi costado
pero yo la quiero,
en sus mordidas tengo a mi padre.
26
Lo cogió de la mano y se fue con él
al campo.
Ella le decía, no seamos tan serios,
seguro que algo se estará en este
momento sembrando.
Y así fue como recorrieron cercados
dorados de hierba.
27
Un manto de esperanza me cubre
mientras subo la montaña hasta donde
estás tú.
Me engrandece soberana ante la pena.
28
El alma me ilumina el pensamiento
y por eso te tengo,
quiero el agua donde brotaban tus
ideas,
no me acostumbro a estar sin ella.
Me agarro de la ciencia,
mi alma es el sol
y mi pensamiento la luna
y así, por reflexión, puedo verte.
29
Tu ausencia hace de mí un pantano. Hagamos un trato,
ayúdame a recuperar mis zonas de
secano y de regadío.
Tengo todas las plantas, sólo
necesito que me digas
cómo colocarlas en el patio, las que
son más de sol,
las que son más de luna, más de
campo, más de ciudad;
unas son pequeñitas, otras son más
grandes,
unas hablan solo de ti, otras de mí,
de mi gente, de toda la gente.
Ayúdame a diseñar el jardín, dónde
colocarlas,
dónde las de más luz, dónde las de
más sombra,
cuáles más cerca, más lejos del
agua, del viento;
cuáles van juntas para que hablen
entre ellas,
cuáles son las más distintas; ayúdame
a hablar con ellas,
andemos juntos los pasillos, a ratos
en silencio,
a ratos conversando sobre las
páginas del libro.
30
Gracias por darme gracias tus ojos.
Gracias por llevarme en hombros
hasta las cabras
a comer leche con gofio en la cálida
escudilla,
gracias por reírte mientras gateaba
diciéndote adiós,
gracias por enfadarme en las
vísceras a veces contigo,
gracias por enojarte conmigo cuando
intenté mis reglas
de salud contigo; gracias por tu
mirada en aquel poema
donde me desmembraba en la salina,
gracias por creer siempre en mis
versos,
por creerlos siempre ciertos a pesar
de sus locuras,
gracias por creer, gracias por
apostar, gracias por tu orgullo,
por tus lágrimas, por tu voz, por
tus palabras,
por tu espalda erguida, gracias por
esa postura tuya,
apoyado a la pared y en la cintura.
Gracias por este dolor que me hace
tenerte
y no ser tan amarga la ausencia.
31
Hay que conocer al campo
antes de adentrarnos en él,
y también conocer a la ciudad,
saber cuáles son los caminos
que cruzan los barrancos;
recorrer con respeto los cauces;
saber sus horarios, cuándo el sol
es sólo para las piedras y los
lagartos;
saber dónde empiezan los
precipicios,
dónde los valles y calderas.
Saber de las gaviotas y cernícalos,
del cielo que se nubla,
del aire inquieto en las rocas.
Saber de las honduras,
los barrancos tienen partes
profundas,
secretos reservados sólo para los
barrancos,
para el aire y el cielo que se
agacha.
Saber dar la mano con respeto
a los campos rotulados,
a la ofrenda del árbol, a la mano
que estercola;
a los ojos que descubren el tiempo
en las nubes.
Saber en qué zonas se descubre;
saber cruzar sus calles, esperar en
las aceras,
detener el paso. Conocer sus
esquinas,
dónde se entrega mansa la luna,
dónde se descubre el sol, detrás de
qué muro,
de qué pared, en qué terraza;
dónde son sus calles de adoquines,
sus teatros, museos, dónde sus
parques,
sus plazas tranquilas.
Saber los horarios,
a qué hora las calles están
desiertas,
y cuándo se saturan de asfalto.
El campo y la ciudad se respetan,
se esperan y se dan la mano
antes de entrar cuando se visitan.
32
Los interiores conservan más intenso
tus aromas,
los interiores de tus cosas más
íntimas,
tu ropa, tu cama, tus zapatos, tu
reloj...
Pero los exteriores también guardan
tu olor,
los exteriores urbanos que me llevan
hasta tu casa,
las calles, las aceras, los
parques...
33
Ya sé cómo verte,
las estrellas muertas
se siguen viendo en el firmamento.
El cielo me dio la respuesta,
la vida y la muerte es pura ciencia:
espacio celeste y tierra.
No es tan difícil este andar en tu
ausencia.
En mi corazón tuviste estancia.
34
Cielo pleno de letras.
Un agricultor planta versos
y la lluvia los recita.
De todos los hermanos
quisiera ser yo la primera.
"Vale, yo seré el último.
Cierro la puerta y digo adiós".
35
Cómo no voy a quererte
si fuiste una roca que me hablaba
en sigilos de agua,
interior de piedra
donde brotaban mis alas.
36
Una margarita destila en el recuerdo
tu sonrisa.
Qué lindo amor mendigarte aún
después de muerto.
37
En el último aliento
alzaste a tu hija Ana.
En el pedestal de tu suspiro
venero a mi hermana.
38
La hoz dorada en los campos de cebada
y de trigo.
La roja hoz en los campos de
geranios y claveles.
El martillo plateado fijando los
sueños junto a la luna.
La azada de bronce en las tierras de
cultivo.
39
El limonero llevaba tiempo enfermo,
aboné la tierra
y hoy ha vuelto a tener fruto.
En sus hojas veo tus manos de
agricultor.
Seguramente pasaste por aquí..
40
Quiero cultivar la paciencia en mi
jardín
pero no sé cual de las semillas me
dará mejor fruto.
No sé si es la época o si tengo que
esperar,
tampoco sé si la tierra tiene el fondo
que necesita,
si las horas de sol en el patio son
suficientes
y si el agua de la llave es buena para las
plantas.
Eres una planta, tienes raíz y tallo
y flores y fruto y fuiste también
una semilla,
piensa lo que tú necesitas, y lo
sabrás.
41
Celedonio, no empecemos,
espera a que pase un poco el duelo
que ya andas metido en zanga
con la luna y el sol, en pareja con
Marte
y eres tú siempre quien canta
triunfo
con la espadilla, malilla y el
bastillo en la mano.
Déjate ir, que este desconcierto de los
astros
no hay quien en la tierra lo aguante
que ya bastante tenemos con el
personaje
al que debe su nombre tu montaña
que como le dé por presentarse el
día de las cenizas
terminaremos creyendo en Dios y en
la iglesia rezando.
42
De todas sus casas eligió solo una,
la más pequeña, la más humilde:
la caseta de madera a los pies de
una montaña.
43
En tu aliento me recogí
Como reina me sostengo.
Amor de mi pecho
las verdes semillas
desde el rojo de las ideas.
44
Subo la escalera de tu cuerpo.
Un paso tus pies,
otro paso tu pecho
y por último tu cabeza:
desde aquí me lanzo
con la fuerza de un gigante.
45
La primera noche,
después de tu partida,
una mariposa revoloteaba
en las paredes de mi habitación
a oscuras.
Sin verla intenté que se fuera,
no quiso y me fui yo.
Anoche la volví a escuchar.
Encendí la luz, vi que era bonita
pensé que eras tú y me dormí.
Aquella tarde la ventana estuvo
abierta.
46
Vamos a jugar.
No me digas un minuto,
una hora, tres segundos.
Tenemos el infinito.
Yo te digo: te quiero,
eres mi amigo,
mi árbol, mi sangre, mi fuente.
Y tú me dices:
te querré siempre,
hija de mi árbol,
luz del agua.
47
¡Mira! ¡Mira lo que tengo!
¡Son flores, flores que se abren
en mis dedos hacia arriba buscándote
a ti!
Mira qué bonitas son, son blancas y
lilas.
Es que a ti te gustaban las flores
y por eso las siento para ti.
¡Tienen luz!
Y ya se desprenden, y ya vuelan
como si fueran pájaros,
libres pétalos de abrazos y de
besos.
Es que yo te quiero, y es tanta la
magia
en este no poder verte queriéndote
que yo te hablo y tú me hablas,
yo sonrío y tú sonríes;
tú caminas y yo también camino,
te pones serio y yo también me pongo
sería
agricultores de flores en los
caminos.
El mar sigue llegando en espuma
blanca
a la orilla de arena y a la orilla
de piedras.
Siguen atentas las gaviotas y
viniendo las palomas.
El mismo cortejo blanco y el mismo
océano de vuelo.
Han corrido los barrancos y rebosado
algunas presas;
la más grande, la que tanto te
gustaba,
alcanza ya una altura de agua
igual a todas las aguas de las demás
presas juntas.
Las montañas se dejan acariciar como
algodones verdes,
eclosión de raíces en las semillas
secas,
las mismas que algunos años tú
viste,
el mismo invierno de aquella
gabardina tuya al escampar la lluvia.
Te cuento todo esto para que sepas
que todo continua igual,
y también que hemos tenido un año de
agua.
¿Y tú, cómo estás? Igual, lo sé,
sigues apareciendo, o nosotros te
traemos,
como aquella noche en que me dijiste
cómo hacer un nido en el pecho.
Te he visto muchas veces,
me sucede siempre en presencia de
algunos sitios,
como puedan ser en las sombras
frondosas de árboles y de riscos.
Te veo allí, tumbado en el suelo,
apoyado sobre tu brazo zquierdo,
risueño, diciéndome adiós.
LIBRO VI
1
¿Qué
belleza más honda es esta
que
a mí corazón rotura como yunta de arado?
¿De
qué fuente he bebido
que
el corazón me arranca y estercola
y
envuelto en sol lo planta en mi pecho?
¿Qué
es este andar descarnado
en
el verde de los árboles? ¿Es acaso la poesía?
2
Palabra
relentada:
eres
agreste como los riscos
y
las tierras de ahulagas,
áspera
palabra que quiebra el aire
donde
canta los pájaros
y
en el papel ahuyentas
los
versos que te acompañan.
Pero
eres costumbre en mi boca
para
llamar al agua húmeda de la noche,
¿cómo
llamar, sin ti,
a
la calle que amanece mojada
a
pesar de una noche sin lluvia?
Un
poema haré para ti,
versos
donde luzcas bonita, relentada:
agua
de estrellas plena.
3
Árbol
de incienso en el monte de un camino.
El
aroma llega a mi cerebro
y
la razón me dice: Acércate.
Deslizo
mi cabeza entre sus ramas.
Penetra
mi cerebro, recorre mi cuerpo
y
la razón me dice: Un poco más.
4 Al escritor Benito Pérez Galdós
¿Me
sentiste cuando bajé a tu tumba?
Fui
de lo más sigilosa.
apenas
rocé tus huesos.
5
Miguel
Hernández,
que
a ti yo te desentierro
y
beso tu calavera
como
tú hicieras a Ramón Sijé,
son
tus huesos
raíces
que claman bajo mis pies
enterrándome
árbol
que
solo en el barro respira:
adhieren
tus versos la tierra a mi piel,
la
toco, la como, la huelo.
Es
tu muerte un lamento en mi costado
y
un arado en el aire de mi aliento,
Miguel
Hernández: tus ojos, la inocencia de tus ojos,
mano tendida como la hierba mansa de los
campos.
7
No
pidas a la vida ni a la muerte borre las palabras que en duro estoque dejarame
malherida;
no
pidas en tu alma el olvido de aquella espada que mina a mina pensada clavaste
en mi cueva de poeta;
que
no borre la vida ni la muerte los embates que en mi pecho has librado sin más
causa que mi sentir de verso libre.
Acaso
no te das cuenta que en tus retiradas,
yo con mis versos la contienda provocaba porque cuanto más intensas eran las
ofensivas y retaguardias más se agrandaban las luces en mi gruta.
Pudiera
darme por vencedora ante tu entrega en elegía carente de métrica y de rima, mas
no es así como me siento en tu dolor creyéndome injustamente malherida: solo me
bato en duelo si en la muerte, vida adivino: dulce halcón clavado en mi pecho tus palabras.
8
Me
dices que mis versos te llegan al cerebro,
pero
no al corazón: dime entonces qué sentiste,
¿permanecieron
quietas tus neuronas?
¿Es
acaso el corazón un arpa ajena al viento del cerebro?
¿Es
el cerebro un bosque sin agua?
¿No
se necesitan cerebro y corazón amasándose?
¿Y
qué es el cerebro? ¿Y el corazón?
Si
me dices que mis versos te llegan al cerebro,
algo
te ha de llegar al corazón, ¿o no?
¿Y
por qué te llegan mis versos al cerebro? Ya solo por eso…
9
El día que me muera lean mis
entrañas.
En ese instante también se escriben
poemas.
10
Las
palabras manoseadas no me gustan.
No
escriben nuevos poemas.
11
Mi
hijo nunca tendrá sed,
sabe
donde está la fuente.
Ha
escrito un haikus.
12
–Estoy
aquí, en el mar,
con
los caballitos y los peces de colores
¿Y
tú, dónde estás?
–En el cielo, con el caballito y los peces de
estrellas.
–¡En
el espacio celeste! ¿Y ya viste al delfín?
– Sí, y también al cisne y al unicornio.
Y ahora le diré al cochero que me lleve donde
la lira,
quiere
escuchar los versos de mi hijo.
13
Rueda de razón y sentidos
mutuamente
impregnándose.
¡Cómo
se agranda el pensamiento!
14
Desde
el primer verso al último de un libro
una
melodía de sonidos casi imperceptibles
hacen
de su lectura otro libro.
15
Para describir las emociones no
recurro al ser humano que transita sus calles. Sería muy aburrido tomar como
referentes a otros como yo. Además, la realidad la tendría muy sesgada.
Prefiero animales y plantas y seres inorgánicos y demás elementos, tengan o no
carbono. Soy reacción química en interacción. La naturaleza es la gran
metáfora: nos dice cómo llegar a las playas.
LIBRO VII
1
Ella
ríe, mientras conduce el coche despacio.
Y
él también ríe, mientras la sigue
descalzo por el asfalto.
Qué
le haría....
2
Oficina
bancaria.
Se
hace larga la espera.
Una
madre entretiene al hijo
haciéndole
cosquillas:
el
niño se llena de risa
y
todos sonríen olvidando la espera.
3
Tres
camiones en la rotonda.
Todo
es grande.
El
alma se expande.
3
Un
hombre coge hierba.
Un
banco le espera
al
otro lado de la carretera
y
él, satisfecho,
se
acerca lleno de tierra.
La
ciudad sonríe.
Pasan
los años.
En
el mismo banco
el
hombre se sienta,
piensa
que ya cogió la hierba.
La
ciudad sonríe.
Continua
siendo el hombre de la hierba.
4
Esbelta,
risueña
quieta
en el tibio sol
de
la mañana
la
palmera
mira
al jardinero
que
cuida su parterre.
Una
mujer los mira
desde
un bar cercano.
5
Es
mediodía.
Los
contenedores rebosan
de
papel y cajas vacías.
En
medio, tres gatos erguidos,
sentados
sobre sus patas:
uno lame sus labios,
los
otros miran tranquilos.
Ya
han comido.
6
Un
vagabundo,
con
la ropa sucia
y
cara y uñas de carbón
cruza
la carretera contento.
Le
siguen sus dos perros,
limpios
y sonrientes.
LIBRO VIII
1
Andarán
tierra adentro
hasta
sentir firme la isla,
ya
después mirarán de nuevo al mar,
es
lo único que los separa de su tierra.
Se
necesitan nudos de mar en el pecho
para
navegar la vida sabiendo
que
a la otra orilla
pueden
llegar vivos o muertos.
2
La
niña afgana
mira
la brutal luz de occidente
golpeando
el cielo.
A su lado yace un niño muerto.
La
niña mira al cielo,
no
sabe si la luz de guerra
apagará
su estrella.
3
No
creas, mi amor, en los dioses de mentiras,
en
los dioses que meditan el pan amasando
su ausencia,
que
rezan la paz rezando a los dioses de la guerra.
Hijo,
no creas en los dioses de Iglesias,
dioses
son la luna y el sol, los mares y los bosques,
eres
tú, es aquél, somos todos avanzando
presentes con amor.
4
Puedo
construir en versos el arma más letal
de
la sangre contra el cáncer devorador de las conciencias,
versos
como: En Gaza la noche escurre sangre,
Las
guerras son dentelladas a la yugular inocente,
Del
vientre materno a la tumba, vida que compran y venden,
El
animal no pierde su esencia, el ser humano sí.
También
puedo escribir otros versos igual de letales:
Escurre
agua de rosas la noche en el jardín de mi casa,
Desde
el vientre materno tengo al sol en mi pecho,
Comunión
de la naturaleza y el yo.
Mostrar
la belleza alienta el espíritu de lucha por ella.
5
EL
CORREDERA
¡Cuánta
vida debió correr por tus venas
para
defender la vida contra la muerte
y
en tu muerte la vida triunfara
dejándote
con vida después de muerto!
No
vengo a llorar cómo te dieron muerte,
vengo
a sacar de la tumba al hombre
de
un barranco corriendo en primavera
dándonos
vida en esta muerte nuestra.
6
MEMORIA
HISTÓRICA
¿Por
qué desenterrar a nuestros muertos?
¿Y
tú lo preguntas?
¿Tú, empuñador de las mismas ideas
que
rasgaron a hachazos la tierra
para
enterrar con vida la sangre de otras ideas?
Pues
sí, ¡desenterrar a nuestros muertos!
¡Desenterrarlos
de la muerte usurpadora de la muerte propia!
¡Quiero
sus calaveras en los brazos del viento
para
liberarlos de los besos y abrazos que no dieron.
7
En
el aire y en los vertederos está la respuesta.
Lanzas
la palabra Dolor y el cielo se desploma
en las cuerdas del viento
arrancando
los techos de las casas.
Lanzas
miradas con cerebro a las alcantarillas
y las manos se te llenan de sangre y vísceras.
Alto
consumo orgánico del sistema.
¡Cómo
nos vacía el capitalismo por dentro!
8
Los
huesos que trabajan en la construcción
crujen
a los cuarenta, se agrietan a los cincuenta
y
se deshacen a los sesenta.
A
los sesenta y cinco es la jubilación.
9
Dilo tú, Sur, di que tú recuerdas al
niño aparcero armando con el sacho la tierra, y a la niña aparcera regando con
los pies en la acequia. Di que recuerdas al niño y a la niña aparcera gateando
en la hierba detrás de la madre y como única escuela las hojas de los
tomateros, el lápiz de las tizas y el libro del cantero. Dilo tú, Sur, di que
la niña y el niñoaparcero preguntaban a la tierra si los surcos en la playa
eran también de sal.
10
Te busco en las faldriqueras y en
los sombreros de palma, en las pamelas de tela. Te busco y te encuentro en los
surcos de tomatero. Mujercita aparcera, siéntate conmigo en el bajante de la
tierra, que quiero abrazar a mi abuela, abrazar contigo los días de niña
aparcera. Mujercita aparcera, eres la misma mujer de las chozas de piedra y
casetas de madera, con el fardo a la cintura sacando tomates a la orilla. La misma mujer de jornada de sol, madrugadora
del alba en la tierra. Mujercita aparcera, siéntate conmigo en el bajante de la
tierra que quiero abrazar en el Sur de tu mirada los días de niña aparcera.
11
Cilantro: hierba aromática
muy esbelta
usada como especia
en el caldo de papas blanco
y en el caldo de papas amarillo,
comida de poco tiempo
y también de poco dinero:
agua, papas y fideos.
Hierba también presente
en la alta cocina
pero solo la mesa del pobre
sabe servirla:
un manojo de ramas
atadas con un hilo
hace que no pierda
su porte digno.
12
Cincuenta cabras ordeña todos al
alba. Recién levantada, oliendo a sábanas y a romero viene con el agua de su
pena y con el agua del relente a extraer la leche que le dan las cabras desde
el verde de las hierbas. Sé de ella, sé de su pena, y si pudiera le daría las
siete cabrillas del cielo.
13
La crema nívea
me trae recuerdos de mi madre:
el azul marino de la lata
y el blanco intenso de la crema
devuelven a mis ojos
la imagen de una mujer que se cuida
en el sur árido de una tierra que no
escucha
y calladamente guarda silencio
ante el sollozo de quien sabe
que mañana será también
aparcera de las tierras del sur.
14
Madre, dime que es verdad
que hoy el sol se puso en tu regazo
amaneciendo en tu seno
todos los días buenos.
Dime que amaneciste
el día en las noches sin tiempo
y que a tu paso se borraron
las sombras heladas de la tristeza.
Madre, dime que es verdad
que tu vientre dio a luz
el fin de todas las guerras
y que ya no andarás descalza
por los caminos de piedras.
No me gusta, madre,
este tiempo de mujer.
No me gusta cómo se mide
en mi carne este tiempo viejo
que no viene del principio,
tiempo usado que me quita el mío
prisionera de calles y de edificios.
15
La luna sabe lo que deseas
y anda por riscos y laderas
hablando con perros lobo y pastores
para que te dejen descarriada,
sin cencerro y sin corral.
Cabra te quieres tú,
te quiere la luna,
te quieren los campos
atraídos por la luna llena
de tus pechos de trigo.
Cabra te quieren tus hijas
sin pastor y sin corral
por caminos reales y acequias,
16
La recuerdo preparar
el bolso obrero de mi padre.
Recuerdo sus manos cálidas
calentar al alba
el desayuno y el almuerzo
que cariñosamente guardaba
en el bolso azul de plástico.
La recuerdo haciendo
con semblante serio
la lista de la compra,
lista de compra meditada
que cuadraba con esfuerzo
el sueldo a las mesas del bolso.
En el bolso ella lo amaba,
recuperaba del andamio
la fuerza de sus piernas.
17
Rota y mil veces mujer vuelta a
romper,
y véanme aquí: mujer mil veces
vuelta a componer.
Me rompen los golpes de asfalto
y me cosen las raíces del bosque.
¡¿Cómo me voy a rendir
si en mí corre la sangre de siglos
de mujeres rotas?!
¡Toda su sangre se derramaría con la
mía!
18
Y no pudiste,
no pudo tu piel blanca
con el peso de su piel negra.
Y te despedazaste
bajo la sal de sus palabras
cuando te dijo
que aunque la rajaras a golpes
y la arrojaras por un precipicio
ella estaría allí de nuevo
porque tenía que comer.
Y no pudiste,
no pudiste cumplir la orden
de limpiar la noche
de prostitutas negras,
y la maldeciste,
maldeciste a la puta negra
mientras te desangrabas
de pena por ella,
y te fuiste
con la piel negra de la noche
posada en tu carne herida.
Llámame negra,
me ocultas cuando me llamas piel de
color.
Soy de piel negra como la noche
y la luna nueva,
y tú eres de piel blanca como la
luna llena.
Llámame negra como llamas azul al
océano
y yo te diré blanco como llamo
verdes a los campos.
19
¡Que vengan todos los mares y
montañas!
¡Que vengan todos los siglos!
que muy mal lo estamos haciendo
para que la tierra y el cielo se le
junten a un niño!
Que vengan, que vengan todos: aquí
yace Iqbal Masih.
20
Una mariposa mueve las alas
en los huesos de Victor Jara:
Acordes de guitarra
en el cementerio.
21
Y dijo Jesús:
no me vengan como yo,
los quiero hombres y mujeres
Vitruvio,
con los pies juntos y los brazos en
cruz.
22
Mi espalda es mía,
nade me la dobla.
Pero a veces mi piel cae a trozos
en la espalda herida del otro
aliviando su pena.
23
Son las tres de la mañana. Hace su
ronda de policía local de noche. Un grupo de personas esperan su turno de
alimentos en los contenedores de basura. Se acerca y sus ojos se encuentran con
él. «Dando una vuelta, ¿no puedes dormir?. Te invito a un café» Hablan de la
noche, de la falta del sueño, del tiempo. Sorbos calientes de café y de
silencios que por respeto y vergüenza no quieren romper.
24
Llegó la paloma al mar
con el sueño roto bajo el ala,
depositó su vuelo en la orilla
y a la mar lloró su pena.
De dónde vienes –le pregunta el mar–
que en tu plumaje engarzada llora
una rosa
y al océano son tus ojos manantiales
de duro invierno,
de dónde, paloma, son los recuerdos
de tus huellas
que lloran sobre la arena,
de dónde son los llantos que aun
prendidos de tus plumas
se esparcen como susurros.
De dónde, paloma, los niños y niñas
anillaron juegos infantiles.
25
No tiene nada
y de la nada le borran el mañana.
La sonrisa y el andar le quitan.
26
Entre tropiezos de risa
por no saber fecha a su vida,
Paquita responde con verdad
que sus años son cuando la guerra.
Con cuánta verdad Paquita dice su
edad,
pues ella nació con muchas guerras:
Paquita recién nacida, Paquita niña,
Paquita mujer; Paquita naciendo,
creciendo,
Paquita con muchas guerras
envejeciendo:
guerra civil, guerra del hombre,
guerra del hijo.
Paquita cumplió muchos años cumpliendo muchas
guerras.
27
Con la cabeza en la casa,
así ando siempre
con la casa a cuestas.
Desde el trabajo, desde la calle,
desde la cama lavo, plancho, cocino
y limpio
y al día siguiente lo mismo.
No es extraño que de mi digan
que anda loca la vecina
gritando por las calles
que su cocina le habla.
Pero es que a mí, mi cocina me
habla:
me hablan en el fregadero
los cubiertos, sartenes y calderos;
en la nevera los alimentos
transgénicos
y la comida en la despensa.
Hasta los ácaros del polvo me
hablan.
Cualquier día me pondré con la casa
panza al tiempo
y que sea la limpieza obra de la lluvia y del
viento.
28
Mírate a la niña, mar,
dile que también ella tiene
un fondo de mar.
Mírate a la niña, sol,
dile que también ella tiene
en los párpados un sol.
Sol y mar la miran,
miran como las niñas
de sus ojos mujer
le ofrecen agua dulce y sal.
29
La nieta le pregunta a la abuela,
que si ella ha sido buena por qué no
tiene su estrella.
La abuela, con semblante serio, se
dirige al firmamento:
¿Y la estrella de mi nieta? ¿Dónde
está su estrella?
la estrella que no tuve para que la
tuviera mi hija;
la estrella que no tuvo mi hija para
que la tuviera mi nieta.
Tres estrellas le acerca el firmamento:
una ya mayor, la otra más joven, y
una jovencita
con el nombre de la abuela, de la
hija y de la nieta.
30
Ella va delante con sus dos hijos y
él detrás.
Es domingo, imagino que almorzarán
en casa de algún familiar
y que tendrán un momento a solas después del
mediodía,
pero sé que no será así, la conozco,
su hombre no arde en el fuego de la
carne,
el alcohol lo consume en los bares.
Es buena mujer, joven y trabajadora,
sin embargo su cuerpo arde en el fervor de la
pena.
No entiendo cómo no abre su alcoba a
otra persona.
31
Lágrimas celestes y lilas se juntan
en el mar,
se elevan al azul del
cielo desde el azul del agua
y regresan verdes sobre los valles
en una misma lluvia:
verdes iguales y dulces los dos
mares.
32
No la parió ni la amamantó,
pero él se apodera de su útero
como una cruz.
La Iglesia, su única luz:
se arrodilla, persigna y toma el cuerpo de Cristo:
«¡Ay, Jesús, por qué no ser tú el
hombre de mi cruz!»
Perdóname Señor. Virgen Santa
Magdalena también soy yo.
Confiesa, reza y hace promesa:
"¡Virgen María, resguarda con
agua bendita mi casa
y andaré en tu nombre los templos
descalza!
Se levanta y en comunión con Cristo
sale de la Iglesia.
33
No me gusta la manzana de Adán y
Eva,
tiene muchos precipicios.
La única manzana que me gusta
es la manzana del árbol de Newton:
tiene mucho vuelo.
34
Tener vida y no vivirla duele más
que no tenerla.
Los cristales de sal se clavan en la carne.
35
Ella, madre de varios hijos,
jornalera de los tomateros
y mujer de un hombre
que ella creía iba a llenar
de colores su mente y no fue así,
quería ser monja de clausura.
No quería más cruces
ni más rosarios de aurora del
marido,
solo deseaba el éxtasis del silencio
a solas,
vestido de colores que nunca se puso.
Hoy amaneció abrasada en lejía.
36
La vida me desordena los órganos,
el corazón late en el centro del
estómago
y las neuronas palpitan en la planta
de los pies.
La teoría de Darwin en mí,
¿evolución de qué?
37
Volvamos a la fuente
de nuestros cuerpos desnudos,
a la piel sin edificios, a los ríos
con agua,
y así no habrá más violencia
solo el camino de la rosa
en el cáliz abriendo sus pétalos.
38
No me dibujes heridas y hematomas.
El no a la violencia se dibuja con
luz.
39
El principio de sincronización
nos permite llegar a tiempo.
Pero en ocasiones no es afortunado,
nos oculta la otra cara de la luna,
tarda el mismo tiempo en girar sobre
sí misma
que en girar en torno a la tierra,
aunque también es verdad que van muy
unidas.
40
A Venus le llega más el sol,
pero Marte tiene dos satélites.
Dos climas solares que se
complementan:
en Venus 400º C y en Marte 60º bajo cero.
41
No me fío de los símbolos,
no es casual
el trazo de un camino.
Los símbolos de nuestros sexos,
un círculo con una flecha
y un círculo posado sobre una cruz,
son el Dios Marte de la Guerra,
con escudo y lanza,
y la Diosa Venus del Amor
sosteniendo un espejo
42
¿Por qué, de todos los dioses,
se tomó al dios de la Guerra para el
hombre
y a la diosa del Amor para la mujer?
¿Amor y Guerra? ¿Eso es?
¿Quién unió a Venus con Marte?
¿No anduvo Venus también con Eros?
Me gustan el planeta Marte,
pero no su dios como símbolo del
hombre,
la mujer también es roja y fuerte y
el hombre también es amor.
43
Despojarme del género
y conservar sólo el sexo:
sentidos y razón.
Los sexos desnudos no sangran los
cuerpos.
44
Tomo el símbolo de mi sexo
y lo despojo de la cruz:
aro en movimiento conmigo dentro.
45
Despojemos nuestros sexos
de las cruces y flechas
y ya no harán falta
los escudos y las lanzas.
46
Aparto las nubes del cielo
y me miro en el espejo:
contemplo su claridad para aprender
su luz.
47
Hombres y mujeres del mundo,
despojemos al dios Marte y a la
diosa Venus
de la lanza, el escudo y el espejo
y volverá la luna a las manos de
Venus
y el sol al pecho de Marte, astros
celestes de nuestros sexos.
Desnudos, sin cruces ni flechas
bajaremos a los cinco continentes.
48
Nunca me han gustado los reptiles.
Pero últimamente me gustan las serpientes. Me agrada la imagen de serpiente
encantada. Me proyecto en ella y en suave remolino tomo el agua del suelo a
grandes tragos, después a sorbos y por último mojando los labios. Soplo las
hojas secas y doy vueltas de pies, rodillas, cintura y me levanto, la espalda
erguida, y es aquí donde comienza un llanto antiguo que desploma los techos de mis cuevas. Los
órganos se revuelven y saltan las llaves de paso. Un grito se arrastra por las
venas y revienta en el pecho.
Cesa la tormenta, las paredes escurren
y el agua se desliza mansa por la acequia. Vuelve la sangre a las venas, la
serena danza del pecho en el vientre y me muevo lenta, ondulante, sin velos ni
espejos en el rito griego de salud de mi veneno. La luna creciente muerde en hoz mi cuello. Bebe
mi animal herido y no muero.
49
Por mucha imaginación que ponga en
mis piernas, a mis días de regla no los puedo llamar días de pétalos rojos ni
días de ciclo interlunar ni de encuentro cósmico. Simplemente me siento fiera
herida en un campo de batalla de óvulos rotos.
50
Traerme a este estado en que levito
los muchos años que ya tengo, y también la poesía, pero es tan preciada por mí
esta locura que ni en la misma muerte quiero mi cordura. Andaba recitando
versos a los molinos de viento, y en brazos de gigantes me encuentro. Fue tal
mi gallardía que desde entonces solo mujer Quijote por los caminos me quiero,
sin más armadura y escudero que mis versos y mi pecho. Señor Cervantes,
permítame la osadía de llamarme como su hidalgo, y emprender empresas que, aun
no siendo iguales, tienen en común la valentía, diferenciándose en que no
siendo yo hombre necesito mandato divino para sortear los obstáculos que por mi
sexo me abortarían. Y es por ello que a todos digo que esto de mujer Quijote me
lo mandó Dios, valiéndome también dicho mandato de crédito frente al capital
por su gran deuda celestial. Será mi hazaña recoger en versos el espíritu de la
gente que a solas sufre rota de injusticias para tragar y palpar yo lo mismo
que traga y palpa la calle. Señor Cervantes, ¿se imagina, cuántos árboles en
versos me abrirían al atardecer empapada
en el agua del silencio?
LIBRO IX
1
Adhiero
mi boca al canal de mi pecho y bebo.
Las
pasiones son cuchillos que se clavan en la carne.
2
En
la cueva de tus brazos
inhalo
tu cuerpo.
Rincón
del alma cuando te necesito.
3
Ojos
y labios se conjugan
y
surge el verbo.
El
pensamiento construye los tiempos.
4
El
gusano tiene una sola dimensión,
pero
¿cuántas dimensiones tiene la oruga
cuando lleva una mariposa dentro?
5
No
importa que el tiempo en ocasiones sea árido.
Las
flores amarillas de ahulaga son hermosas.
6
Deposito
mi corazón en la intemperie
y
escucho las conversaciones.
Animales
y plantas hablan en él.
7
El
agua no pesa
se
entrega
se
deja llevar
se
deja caer
y
es fácil tenerla
tocarla
con las yemas
en
las hojas
en
los párpados
en
la piel de una playa
en
el vaso de un barranco.
8
En
lluvia quisiera los océanos.
Que
el agua no acabara nunca.
Es
la mente el gran océano.
En
ella navegan los barcos.
El
agua de los ojos lava mi rostro.
El
pecho rebosa de lágrimas.
9
Ausencia
de sonidos en la calle.
Es
domingo.
Los
sonidos rutinarios
de
los días de entre semana
realzan
pentagramas interiores.
10
Mi
ventana
se
abre y cierra
según
yo quiera
estrellas
en mi almohada.
Mi
ventana
se
abre y cierra
según
yo quiera
lunas
en mi cama.
11
Cornucopia
de una estrella.
Manos,
mente y pies
los
cinco vértices de luz.
12
Ovillada
soy
bola de fuego
en
el pecho.
13
Con
los brazos en cruz
y
los pies en punta:
soy
as de espada
en
la Zanga de mi espacio.
14
La
luz es claridad para vernos.
Las
almas se dan la mano
y
caminan juntas.
Abro
las luces del cielo
y
te pongo dentro.
Ahí
arriba estás tú.
15
Tráeme
rosas sin abrir.
Pétalos
cerrados para que se abran en casa.
16
Abro
los ojos, miro al sol y los cierro.
Los
vuelvo abrir, lo miro nuevamente y los cierro.
Nadie
sabe la razón de este abrir y cerrar de ojos,
salvo yo: abre en mi pecho las alas un águila
El
corazón salta a mi pecho
Escucha
atento lo que aquí se dice.
17
Primero
la cáscara verde,
después
la cáscara seca
y
por último la almendra.
Sea
dulce o amarga,
lo
importante es el abrir de conchas
para
llegar a la cueva.
18
Sé
dónde está tu corazón.
Todas
las noches lo arropo.
LIBRO X
1
Vayamos a donde rebosan las cosas.
A los rebosaderos de las presas y
mares llenos
a las charcas y marismas de luna
llena
al agua que rezuma en tierras que fueron lagunas
a lo que se pone al fuego y rebosa
al solsticio de verano reboso del sol caliente
al verde que hierve en las calderas
a los besos que rebosan las bocas
a las caricias que rebosan los
cuerpos
a las cosas buenas que rebosan
estruendos de cantos
hasta los cantos de las playas de
piedra.
2
Ir a un naciente a beber agua con
las manos,
a un barranco a bañarme en un
charco,
a los campos a comer tierra mojada por la lluvia
a los establos a oler el estiércol.
Es todo lo que quiero, abono, tierra
y agua.
3
Hay un
estiércol que me gusta,
el estiércol de las cabras, vacas y ovejas.
En invierno paseo cerca de sus aposentos,
me embriaga su aroma junto a la tierra mojada por la lluvia
Y doy gracias, tengo conmigo al Dios Estiércol,
al Dios que calienta y abona la raíz del
árbol y la flor de la fruta,
Dios de los alpendres y corrales, aposentos de animales.
4
Cuando soy niña
mi cuerpo sonríe
en dulce canción de cuna.
Son los días
de mis versos infantiles.
Juego al escondite
con una araña
a la suerte
con un conejo
a la cogida
con un caracol
al teje
con un sapo
al elástico
con una alpispa,
y leo cuentos.
Son mis días de remanso.
5
El árbol de mi patio es una casa
encantada, las ramas son jardines y habitaciones. Entro en ella, abro las
puertas, me asomo a las ventanas, respiro el aire del faro que lo alumbra y
danzo a la luz de una vela. Y sigo caminando, sin zapatos, por finas alfombras
y mis pies se humedecen en el silencio sereno de la noche, en el estío
somnoliento de las tardes de verano. Y me columpio, y los pájaros me dicen que
no es mi casa, que mi casa es la casa donde está el árbol, pero me cantan,
y me cuidan, pensando que soy una mujer
pero también un pájaro. Me gusta esta casa, me gusta porque me baño en el agua
de la llave que riega el jardín, y el aire me seca, y las camas son hojas, y
son azahares las sábanas, y el árbol me canta y me cuenta historias de sus
raíces y de otros árboles y de otras ramas. Y no me quiero ir, me gusta este
dormir y despertar en el árbol y este andar bullicioso, es el árbol que cuido, el
árbol donde anidan mis pájaros.
..
6
No te ofrecería un instante cálido
de café,
ni de comida ni de tabaco
porque me daría vergüenza
darme después la vuelta y dejarte.
Además, tampoco me lo has pedido,
estás en tu banco,
mirando a la gente que pasa.
Si estuvieras en los contenedores de
basura,
o en derredor de algún bar o mercado
y me miraras, entonces sí te lo
ofrecería.
Me miras porque soy gente que pasa,
y yo te miro porque sé lo que tiene
tu banco.
De niña mis caminos eran de tierra
y también tenía un banco.
Ya, ya sé que no es lo mismo,
no pasaba hambre ni frío,
pero me sentaba a ver pasar a la
gente:
cómo iban vestidos, si iban solos,
si iban juntos.
Ahora mis caminos son diferentes
y no me detengo en ningún sitio.
Todas las noches me digo,
cuando sea mayor me sentaré en algún
banco.
¿Y por qué no ahora? ¿…? ¿Qué
dijiste? Que por qué no ahora.
7
En una gota de agua el cielo dejó un
mensaje. El árbol la bebió y sin darse cuenta le brotaron en su tallo nuevas
hojas donde leen y cantan los pájaros. El árbol no sabe que el mensaje es de
una estrella que en sus ratos libres compone canciones.
8
A veces lleno de palabras el silencio sin saber su
certeza.
Y afirmo, niego, concluyo, e incluso tomo
decisiones y hasta escribo algún poema.
Pero muchas veces tengo que desandar
el silencio y volverlo a ocupar con otras palabras.
Casi siempre es para mejor, si el
silencio es quien me habla.
9
Las cosas hermosas también tienen
insectos y otros animales.
Amo a las palmeras aun sabiendo que
sus copas guarecen ratas.
Nosotros también tenemos bichos
bióticos,
habitantes de una misma habitación,
prueba de ello son nuestro canal
diario de expulsión de residuos
y el lugar destacado que ocupa el inodoro en
nuestras viviendas.
Pero son bichos inocentes.
Solo los hábitats de plástico generan mutantes asesinos y genocidio humano.
10
Miro hacia atrás, pequeños paquetes
de savia permiten el comienzo constante.
La molécula se degrada generando electrones que posibilitan nueva reacción al
final de todo. No pretendo el regreso en el último aliento, nadie ha vuelto, lo
que quiero es ver qué vagones me han dejado
en el andén:qué dolor, qué tormenta, qué buen día de playa.
La vida tiene el camino que sigue el
tren y el camino que surge a su lado en silencio.
El ADN tiene dos lecturas. Me gusta
esta degradación y construcción constante en paquetes de electrones. Me
destruyo, asoma la luz, me construyo, asoman los desechos.
Simple
oxidación, vida y aire.
11
Algo
tengo de la savia del árbol
y
algo de mí tiene el árbol.
Vida
nos damos respirándonos en horas de sol,
y muerte nos daríamos respirándonos de noche.
La soledad también es necesaria.
12
Miro
al cielo sin esperar que el sol venga y deslice por mi espalda,
sin
esperar que la luna venga a mi hombro muy junto a mi cuello,
o
que vengan las estrellas y se enreden en mi pelo.
Sin
esperar porque correría el peligro de perder lo que ahora tengo.
El
cielo viene todos los días y siempre me da algo,
ya
sea una brizna de aire o matices de luz bajo las hojas.
13
Me
arrepiento de las prisas.
Es
tiempo que falta a mis ojos.
14
En
los ojos se ven a la mujer y al hombre.
Cuando
hablamos no miramos a los pies,
miramos
a los ojos, aposento de la palabra.
15
Me
arrepiento de las prisas,
Es
tiempo que falta a mis ojos.
16
Me
gusta mi cuerpo mojado por el llanto
cuando
las lágrimas son serenas
y
no hay tormentas ni destrozos.
Recuerda
a la tierra mojada por la lluvia
17
Empiezo
a tener muertos cercanos,
no
es como al principio en que solo tenía vivos.
Me
conformo en que la ida sea
por
el mismo orden en que fue la llegada
y
a intervalos extensos de tiempo.
18
Cuando
tú escribes lo haces bien,
el
corazón no tiene faltas de ortografía.
Por
favor, escríbeme cielo azul con "s"
hola
sin "h" y vino y cerveza con "b"
que
quiero sentir al corazón de mi amiga en el patio.
19
El ancestro del primer instante es
el vacío. Para los griegos el cero es un punto: comienzo de un trazo. Cuál fue
el inicio, el inicio del instante de ahora, ¿el instante de ayer? ¿El tiempo de
ayer, con todo el tiempo ancestro, antecede al tiempo de ahora? ¿Cuándo fue el
antes de este instante? Pudo ser un instante vacío, un instante con menos de
ayer, y del anterior, y anterior, hasta llegar a un instante en que hubo algo
nuestro. El origen de las carreteras de asfalto fueron carreteras de tierra, y
anterior fue un camino, y muy anterior fueron algunos pasos sueltos de gente
que después se hicieron costumbre de mucha gente en las vías de traslado, de
comunicación, de movimiento. Antes del primer paso no había nada, no había
costumbre de andar, no había nadie al otro lado para conocer, para visitar. Y
anterior a esos instantes no había nadie, ¿y qué había antes de nadie? En otros
lugares, en otros continentes, hubo alguien que decidió venir hasta esta isla y
después vinieron más caminantes; pero antes de ellos no había costumbre de
venir, instante ancestro de infinidad de instantes posteriores, desde aquí
hacia atrás, cada vez menos gente, menos gente, hasta ese instante de las siete
Evas, y antes de ellas, Darwin, la vida en la sal, en las ondas de luz en el
agua salada del mar y en el agua dulce de instantes anteriores de sal. ¿Antes,
el huevo o la gallina? A Las gallinas
las veo primero en instantes de huevo rompiendo la cáscara, y los pollos
creciendo se hacen gallos y gallinas, ¿pero quién antecede a la gallina y al
huevo? ¿Un instante de dinosaurio evolucionado en un huevo? Qué es antes y qué
es después es fácil saberlo, lo difícil es descubrir el primer instante, el
primer antes del primer después hasta llegar al antes y después último
antecesor de este instante de ahora. Ordenaré todos mis instantes por materia para saber el antecesor de cada uno
de mis instantes de ahora.
20
Trasplanto
un geranio.
Mis
manos remueven la tierra.
Hago
un hueco para las raíces,
deposito
la planta,
la
cubro por los lados
y
la riego despacio.
Miro
mis manos,
la
tierra cubre huecos y surcos...
21
No
me gusta moverme en círculo,
da
la impresión de estar siempre en el mismo sitio,
pero
después de ver que la libración de la luna
y
los movimientos de la tierra son en círculos de plata y celeste,
me
gusta, infinita recta de infinito círculo el átomo
en
la espiral que marca el movimiento
22
Qué
poco tiempo dura una mariposa
y
qué poco dura también una rosa y una semilla de trigo
que
germina en la tierra, crece la espiga, se incendia
y
se vuelve de nuevo semilla,
igual
que la mariposa de nuevo oruga
y
la rosa de nuevo rosal.
Qué
poco duran desde la medición nuestra
sin
relación con la intensidad.
La
rosa florece, la mariposa vuela,
el
trigo germina: ciclo completo, una eternidad.
Cuánto
quisiera en mi tiempo nacer y morir mil veces
como
lo hace la mariposa, el trigo y la rosa.
23
Me dice que mire al sol diez
segundos al amanecer y al atardecer porque el sol nos alimenta y hoy me habla
del tercer ojo, la glándula pineal, la intuición, la clarividencia de la luz,
el unicornio, el tercer ojo que los peces aun conservan. Y también me habla de los rincones libres, medios libres,
medios ocultos, y de la tumba abierta como sinónimo de eternidad, y pienso en
la tumba de mi padre, en sus cenizas en el aire. Y me recuerda que antiguamente
el tercer ojo lo teníamos abierto y que las aves migratorias no lo han perdido
y por eso saben cuándo tienen que emigrar. Y también que somos incapaces de
construir un hexágono perfecto en círculos grandes y que los hexágonos de las
abejas son perfectos. Y llego a mi casa y le hablo a mi hijo de todo esto y le
doy la piña de un pinar que ella me regaló y le digo que él tiene una igual
detrás de su cabeza. Sé que mi hijo tiene el tercer ojo abierto.
24
Los alrededores no me interesan,
solo miro los ojos.
Puedo detenerme en un estercolero,
incluso en una cloaca y
alcantarilla,
en contenedores de basura
y desembocaduras de aguas
residuales,
y sin embargo no entrar en jardines
de jazmines.
A veces se equivocan quienes ponen
nombre a los sitios.
25
A
veces, el silencio hace
que
las cosas tristes no existan.
No
se las ve, no se las mencionan,
se
diluyen, pierden poder,
y
te acostumbras, no existen,
no
son visibles:¿si?, no sé, bueno,
sí,
no, quizás no.
Pero
otras veces, el silencio hace
que
algunas cosas buenas existan,
cosas
que si se dicen pierden poder:
ya
se dijo, son visibles, evidentes,
que
más da, están ahí.
26
La
historia tiene distintas páginas.
Unas
son cotidianas, la de todos los días;
otras
son tristes, por la forma en que fueron escritas;
y
luego están las páginas alegres,
las
que impregnan nuestros dedos de
sonrisas.
Últimamente
no puedo leer las páginas tristes,
páginas
como la de “las trece rosas rojas”,
y
sé que las he de leer, su lectura fue el único consuelo
en
el dolor mientras eran escritas.
27
Eres un montón de cositas en un
cofre de sorpresas, una gatita mimosa ronroneando alrededor de tu mamá, un
conejito de la suerte de color rosa
apostada detrás de la puerta, una baifilla con cencerro en constante
guineo, una jirafa alargando el cuello hasta donde no alcanzas, una leona marcando
su territorio, una mariposa danzando en las horas de siesta. Un montón de
cositas eres tú.
28
Un
día me dijiste, "Hagamos un diálogo
entre
dos hojas que caen en otoño",
y
yo te dije, que sí, sin saber que muy pronto
una
hoja caería de mi árbol.
Sigo
pensando que no es triste ser viejo
porque
no son tristes las hojas doradas de otoño.
Lo
que sí es triste es la hoja que cae verde del árbol,
y
la mía lo era, no había alcanzado el sol la plenitud de su savia.
29
Es tanto lo que termina con un punto
final. La misma vida termina así. Son
varios los signos de puntuación, están los puntos seguidos, nos tomamos un
descanso y reanudamos de nuevo el camino; el punto y aparte, en aquellas
cuestiones que necesitan de una senda separada, aunque sean afluentes de un
mismo cauce; la coma, el punto y coma, los dos puntos. A veces la vida se
ostruye por no saber elegir la pausa, sea cual sea el destino.
30
Vals
de agua
donde
bebe
vuelo
libre el aire.
Silencio
raizal de árboles.
Al
compás de la música
van
mis pasos.
Eco
de silencio
el
encuentro
de
los pies mojados
caminando
sobre la arena
al
salir del agua.
31
—¿Qué
haces aquí?
—Nada, una explosión neuronal en el cerebro de
mi dueña. Aalgo habitual en ella. Ya vendrá. Andará por ahí recogiendo las
otras partes de su cerebro. En las veces
que me toca salir en estampida nunca se olvida de mí.
—¿Y cómo lo hace?
—Le
sucede después de algunas lecturas o de alguna contemplación.
—¿Contemplación?
—Sí; dice que le agranda el conocimiento. Tal
vez la próxima vez te pueda decir algo más. También yo me voy expandiendo.
32
Tengo un Dios, dijo una hormiga, al
que nada cuestiono. ¿Y quién es tu Dios? le preguntó un sarantonton. Un árbol,
le respondió. Permite que mis compañeras y yo hagamos caminos en sus raíces. Yo
también tengo un Dios, le dice el sarantontón. Cada mañana el sol seca mis
alas.
33
CENTRO
DE ESTANCIAS DIURNAS
Contemplan
las horas.
Con gesto serio las desmenuzan
en
los ojos. Hablan a solas.
Silencio
de atardecer.
Mi
mirada traspasa
materia
y forma.
Columnas de luz
iluminan
la sala.
Sabiduría
de árboles viejos.
34
En
momentos desérticos
mi
cuerpo me ha colmado de agua:
desde
el néctar de los cactus
ha
traído nacientes a la sed de mis labios.
Si
de polvo cósmico la materia,
¡qué
no haría conmigo el cuerpo de las ideas!
35
Afuera
la noche todo lo calla,
susurra
desde la hondura
de
estar callada.
Noche
cada vez más noche
en
el agua donde anida su ser.
La
noche está en sus cosas,
envuelta
en la luz que la nace.
36
Nos dijo que le trajéramos el
limonero y eso hicimos. Salimos al patio, tocamos sus ramas y volvimos a
entrar: Aquí está tu árbol, le dijimos. Pasó el tiempo y los pies del limonero
estaban siempre cubiertos de pétalos blancos y sin frutos en su copa. Hasta que
un día una niña se sentó junto a él y comenzó a leer poemas. Desde entonces
cesaron las lágrimas de azahar.
37
Cuerpo
erguido
en
las mieses de un sol tibio.
Dorado
incendio en la era.
38
Cuando
elevamos nuestro pecho al cielo
en
gratitud a un Dios a quien damos las gracias
realmente
a quien estamos enalteciendo
es
a nuestro yo. Ante él oramos,
reboso
de dicha en el más allá de todo
el
Dios primero que nos lleva
a
los Dioses de los demás yos.
Siempre
miramos al cielo,
no
solo cuando nos colma la dicha
sino
también cuando nos ahoga la pena,
buscando
piedad que la dirima
o
la convierta en promesa de santidad o sacrificio.
Desde
allá arriba nos responde nuestros yos.
39
La
luna nueva vino a su alma.
Estuvieron hablando largo rato.
Nadie
sabe lo que allí se dijeron,
pero
desde entonces se la ve
barriendo
de día las calles.
Encuentra
muchas cosas.
Tiene
a un duende con ella,
de
noche le abre el alma en tablao.
Canto
hondo bailan todas las calles.
40
No
me gustan los versos falsos,
los
versos envueltos
en arco iris y pétalos de plástico.
No
me estrujan.
Quiero
cuerpos de ocasos y nacimientos,
el
subsuelo para que no marchiten las flores
ni
mueran los peces.
Me quiero sangre surcando la tierra,
no me quiero sepulcro de versos
que
por no alcanzar la vida
ni
siquiera están muertos;
ni tampoco me quiero claustro de versos
que
por no alcanzar la voz no guardan silencio.
41
Imitar
alas marinas y terrestres
marinas y terrestres
en
el vientre azul
de
cielos nocturnos
y
cielos de búhos.
Mares
mansos y silvestres,
quietud
desinquieta
que
conserva las columnas
de
continentes e islas
en
asientos de acantilados.
42
¿Dónde se ha metido el tiempo?
Hace un instante eran las diez
y ya son las doce. ¿Dónde se metió?
¿dónde estuve yo?,
pero si estaba aquí,
en el andén de mi cama
deseando dormir.
Creo que al sueño no le gusto
de sábana y almohada al acecho
para caer sobre él
y se alía con el reloj
para pasar sin tacto sobre mi piel.
Pero, ¿cómo no ser águila
después de tantas horas mariposa
sonámbula?
¿cómo no serlo después de tantas
veces
herida de insomnio la mañana?
43
Salto y tomo una palabra. No me
gusta, no tiene sentido del humor. Necesito abrevar en el canal de la risa.
Salto y elijo otra y tampoco me gusta. Mustia, muerta, no dice nada, donde la
pongo ahí se queda, ni un renglón, ni una línea ocupa del folio en blanco.
Ninguna me convence y mi paciencia se agota, arrastrando aledaños. No quiero alas de mosquitos en mi boca,
palabras que de tan modosas no dicen nada. La bondad, la ternura son piedras,
acantilados, murallas, que si no, viene un viento y las aplasta choza de paja
contra el suelo. Y cuando vienen las palabras hechas, las que un día se
hicieron y se repiten con el corazón muerto, ignorando que cada sangre tiene
sus válvulas: ¡las estampo! Y después están las correctas, a estas las miro con
táctica y estrategia de guerra, son las más peligrosas. No les doy la mínima
oportunidad en la pantalla: las aniquilo con método. Sin palabras, como un
árbol sin hojas en otoño estoy. Es lo que quiero; la luz oscura, la luz
escondida, la que no se ve, la que trabaja silenciosa mascando y bebiendo la
tierra con el agua que la riega, la luz de bronce, la luz callada, la luz
olvidada, a la que nunca se escucha, a la que no se besa, a la que no se le
recitan poemas ni se la hace musa de templos ni se le cantan canciones porque
es piedra sin tallar la luz que alumbra las raíces de los bosques.
44
El
tiempo se desliza hasta mis pies.
Me
agacho y miro los espejos:
la
casa, el jardín, algunos poemas sin terminar.
Me
levanto, tengo que trabajar estos versos.
De
ellos dependen los cimientos de mi casa.
45
Juguemos
una partida de ajedrez.
Mías
serán las negras y blancas las tuyas.
Saltarán
nuestros caballos,
avituallarán
nuestros peones,
serán
posadas nuestras torres,
estrategas,
los reyes y reinas,
y
victoriosos, los sabios elefantes y camellos:
oasis en los desiertos de arena nuestros.
El
búho y la noche se ven y muestran.
46
Hay
una charca más allá del alma
a
donde van a cantar los pájaros.
Es
el alma del alma oculta en multitud de selvas.
Recorro los afluentes que le dan el agua.
Limpio
los cauces, construyo canales,
restauro
acequias y abro espuertas
de
embalses que rebosan. Y después camino
por
acequias que nutren la fuente.
Voy con frecuencia, cuando el agua no me alcanza:
alma
hambrienta de pan y peces,
canto
del interior de agua de una piedra.
47
Alma mía, ¿no te das cuenta que es
él quien viene a cantar a la orilla de tu charca; que es él quien te da con su
pico el agua, que es él quien viene todos días con sus plumas? Alma de mi alma,
¿no te das cuenta que son sus luces las que te llevan por lugares que siempre
soñaste? ¿no te das cuenta que es él quien a tu llanto, por su ausencia, viene?
Alma mía, ¿no te das cuenta que su canto se vuelve lamento por tu pena, que sus
alas pliega ante tu alma rota? Alma mía, alma de mi alma, no dejes que muera el
pájaro que te dio la vida que sólo mueren en la eternidad los pájaros cuando en
la tierra no escuchan el canto de sus crías.
48
Si deposito una palabra y me detengo
y comienzo a jugar con ella, lanzándola de una esquina a otra del papel, y al
centro, y a su margen derecho, a su margen izquierdo, más arriba, más abajo, la
lanzo fuera, la regreso adentro, ¿es creación? ¿Tiene memoria la palabra? ¿Y el papel?, ¿tiene memoria? ¿Y yo? Reía
mientras la lanzaba hacia fuera, hacia dentro, hacia un lado, hacia otro, mis
ojos seguían el recorrido de líneas
construyendo estructuras cristalinas que continúan ahí. La palabra tiene
impulso en el papel.
49
Durante días subo al cielo para
llevarle especias a los cuerpos celestes a cambio de luces que mi espíritu
mercader necesita. Pero después necesito ser de nuevo agricultora sedentaria en
barbecho, tierra húmeda que me surca y siembra. Robusta piedra que bebe agua
del suelo y muerde todo lo muerto. Sin pulir frente al escultor del viento.
50
-¿El Azul …?
¡¿Qué es el Azul?!
- Sí, el Azul.
… ¡Míralo! ¡Mira al Azul!
¿Dónde está? ¡¿En los cielos y en
los mares?!
La respiración te dará la respuesta.
El Azul es el desahogo, es el
descanso,
es la luz que nos lleva barranco
abajo
al naciente de todos los colores,
espacio íntimo de aspiración en la
infinitud.
Llevo el Azul a mi pecho
para saber las respuestas
de mi alma en los cielos.
¿Qué son el búho y la
noche juntos?
Los dos se ven y
muestran
51
La
vida no es un camino.
Miro
en mi pecho
y
sólo veo el camino de atrás hasta aquí.
Pero
ahora, en este instante,
no
tengo ninguna línea frente a mí.
52
Planta
excelsa de mi alma,
bálsamo
de hogueras y vida recién nacida.
Mastico
tus ramas y bebo de tus raíces,
savia
blanca de ahulaga.
53
Las palabras se amontonan; pugnan
por salir, pero no se ponen de acuerdo. Siguen llegando, se aprietan y no queda
sitio. Unas se reconocen y se juntan, otras saben que son nuevas y han de
esperar. El corazón no aguanta la presión de tanto verde y se arrodilla a los
pies del alma, clamando el agua donde las palabras se calmen, agua que solo
tiene el alma porque por ella vinieron, atraídas por su canto. Y el alma se
agacha y lo besa en el suelo y llora: desconoce la melodía que esta vez atrajo
a las letras y piensa que es la muerte, que es la muerte de los dos.
Lentamente, sonidos de pequeñas campanas de cristal la despiertan. Una barca,
adornada de farolillos encendidos, se mece en ella: una canción, y después
otra, y otra la besan. Son las palabras.
BENITA LÓPEZ PEÑATE
Me gustan estos poemas; son un reflejo de tu comunión con el paisaje canario, con tu playa. Sentido de pertenencia a una isla que intuyo hermosa. Especialmente me gustaron el 38, 41 y 42. Doy gracias a Dios porque nos regaló la poesía. Ella acerca los espíritus y los comunica entre sí.
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