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LIBRO X (LIBROS DE SAL, Bengibook, 2010), de Benita López Peñate


El alma me ha traído hasta aquí,
muerte dulce que antecede al crepúsculo:
el viaje es en la última capa,
mi cuerpo no se destruirá.


Adhiero mi boca al canal de mi pecho y bebo.
Las pasiones son cuchillos que se clavan en la carne.


En la cueva de tus brazos
inhalo tu cuerpo:
rincón del alma cuando te necesito.



Con tu silencio fermento estiércol:
abono con él mi tierra.


Conjugación de ojos y labios
y surge el verbo:
el pensamiento construye los tiempos.



El gusano tiene una sola dimensión, pero ¿cuántas dimensiones tiene la oruga si lleva una mariposa dentro?


Miro a la isla y después a mí:
necesito sus planos para construir mi casa.


No importa que el tiempo me sea árido en ocasiones.
Las flores amarillas de ahulaga y lilas de cardos son hermosas.



Deposito mi corazón en la intemperie
y escucho conversaciones:
animales y plantas hablan en él.




El agua no pesa
Se entrega
Se deja llevar
Se deja caer
Y es tan fácil tenerla
Tocarla con las yemas de los dedos
En las hojas
En los párpados
En la piel de una playa
Y en el vaso de un barranco


En lluvia quisiera los océanos.
El agua no acabaría nunca.


La mente es el gran océano.
En ella navegan los barcos.



El agua de los ojos lava la cara:
el pecho rebosa de lágrimas.



Los domingos desactivan los sonidos de las calles. Los pentagramas exteriores se realzan en los sonidos rutinarios de los días de entre semana




Mi ventana
se abre y cierra
según deseo
estrellas en mi almohada.

Mi ventana                
se abre y se cierra
según deseo
lunas en mi cama.



Cornucopia de una estrella:
manos, mente y pies
los cinco vértices que me iluminan.



Ovillada
soy bola de fuego
en el pecho.



Con los brazos en cruz
y los pies en punta:
clavo As de espada
en la Zanga de mi espacio.



La luz es claridad para vernos.
Las almas se dan la mano y caminan juntas.


En mi pecho escribe con pulso firme y ritmo vertiginoso hasta que se va yendo, cada vez más despacio. Es mi mano.


No me dan tristeza los árboles de otoño:
árboles en plenitud de luz.



Abro las luces del cielo
y te pongo dentro:
ahí arriba estás tú.


El corazón salta a mi  pecho
Escucha atento lo que aquí se dice.


Tráeme rosas sin abrir.
Pétalos cerrados para que se abran en casa.


Abro los ojos, miro al sol y los cierro. Los vuelvo abrir, lo miro nuevamente y los cierro. Nadie sabe la razón de este abrir y cerrar de ojos, salvo yo: un águila abre en mi pecho las alas.


Primero la cáscara verde, después la cáscara seca y por último la almendra.
Sea dulce o amarga, lo importante es el abrir de cáscaras hasta su cueva.


Sé dónde está tu corazón.
Todas las noches  lo arropo.



No me dan tristeza los árboles de otoño:
árboles en plenitud de luz.
BENITA LÓPEZ PEÑATE

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