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No quiero ser mujer en queja
pero mientras limpio la casa
pienso que podría estar en otro lugar,
son extraordinarias las horas de los días libres,
horas de mente vigorosa de amanecer el día
sin obligación de entrar en el camino del salario,
horas que siento perder en estas tareas,
horas distintas a las horas de lunes a viernes,
días estos de horas polvorientas que se arrastran
por la tarde con el peso de la mañana,
horas que no me desccubren alegría en las cosas.
Si viviera en otro sitio, quizás no fuera así,
un lugar más verde, más húmedo, no tan seco.
Pero todos los lugares tienen sus miserias.
Los sentimientos que ahora me golpean
se deben a un mal uso de las horas,
es una pena tan grande destinarlas
a tareas que podría realizar con mis otras horas,
con las horas sucias, las horas cansadas,
aunque no las termine y las deje para el día siguiente
o para el otro, o para cuando pueda, no pasaría nada,
no perdería el alma como sí la pierdo ahora:
horas nítidas clarividentes por mí encarceladas.
Benita López Peñate
(del libro inédito Anclaje de puente)

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