domingo, 1 de noviembre de 2020

Abrevar


 PENSAMIENTOS BREVES

 (La brevedad de una gota de agua)

                                                                

                1

Andén inevitable.

Las semillas alcanzan su desnudez:

caen los pétalos.

 

2

El verde será de siembra.

Tierra vacía de surcos.

 

3                                                                                                     

Tierra en barbecho.

El verde será mañana.

 

4

Frontera de tierra.

A un lado y otro

los árboles no cambian. 

 

 5                           

Mecedora y sandalias vacías.

La persona se fue.

                                            

6

Espacio habitable.

Mecedora en la puerta

detiene el tiempo.

                                              

 

   7

Gotas de luz

tus labios en mis pestañas:

casitas de espigas.

 

 

8

No falta casi nada,

una sola caricia

rebosaría nuestras almas.

Quedémonos ahí.                                 

 

9            

Conchas en la arena.

Huellas de nuestros cuerpos al abrirnos.

 

10           .

Dispongo mis manos a modo de alas.

El vuelo me tranquiliza.

 

11

Abro mis ojos a la calle.

Persianas cerradas mucho tiempo.

 

 

12

Silencio de nube.

Claridad para ver lo más cercano:

agua hilada.

 

                                              

13

Árboles desconocidos.

El nombre de un árbol es importante.

Nos dice el fruto que da.

                                                                             

                                                              

14          

Sombra en el suelo

de gaviotas volando

en círculo

sobre la plaza.

Quito la mochila

de mi espalda

y me siento.

Nada mejor que ver

en la ciudad

patrimonio del mundo.

 

 

15

Huella granate en la servilleta

mis labios con vino.

 

 

16

Tierra de secano.

Crece lo que la lluvia dé.

 

                                                                             

17

Mar escondido.

La playa se ve si a ella vamos.

 

 

18

Travesía de luces y sombras

mis ramas buscando la luz.

 

Telaraña en el aire.

El sol la descubre

en medio de lo invisible

 

 

19

Diferentes pasos.

Cesta de verduras en la cabeza,

manojo de hierbas en el brazo.

 

Diferentes ritmos.

Una mujer limpia la acera,

una máquina baldea las calles.

 

 

20

Escribo en la sombra de mi mano.

Las palabras salen al sol después de escritas.

 

 

21

Escondido en la copa de un árbol

el pecho construye edificios.

La tierra y el cielo distan lejos.

 

 

22

El mismo mar de la historia,

el mar que vio la primera gente,

excepto los muros.

 

 

23

Mes de otoño

Telarañas en el árbol

recogen las hojas secas.

 

 

24

La vida se trenza de varillas.

Maderamen de presencias y ausencias,

pausas de sonidos y silencios,

de detener el paso y continuar adelante:

el corazón se detiene a cada latido

y un pie se detiene a cada paso.

Celosías de tierra desnuda y tierra arbolada

conforman el paisaje de los años.

 

 

25

Telarañas de polvo cubren la tierra.

El paisaje solo se salva en el interior de las casas.

 

 

 26            

La casa prolonga la calle.

En la azotea, cualquier cosa.

Supervivencia.

 

 

 

 

27

Canción de invierno

el viento en el árbol.

Tal vez llueva mañana

 

 

28

Las arañas tejen en las cuerdas de una guitarra.

Las buenas canciones vienen despacio.

Las horas no se detienen un instante,

carecen de más tiempo.

Los versos gritan por salir de las cuevas.

Aros redondos de luz los ojos incendiados de poesía.

 

 

 30

Anillos de agua y de árbol

dicen los años que tengo.

Tendrás que abrir para verlos.

Tocar en la puerta.


Fotografía: Landy Orlando Suárez

Poemas: Benita López Peñate


 

 

sábado, 31 de octubre de 2020

Horizonte

Un hombre mira al horizonte.

Sobre los hombros sostiene a su hija,

mundo de preguntas y respuestas.


Fotografía: Evaluna López Sánchez

Texto: Benita López Peñate


 

Corazón latiendo


 

Es un corazón.

Los latidos en su piel

son alas.

Salió volando

de aquel pecho poeta

que viene allá corriendo.

A veces el corazón se escapa

cuando ve tierra cerca:

necesita tocar el barro

latiendo el bosque de su isla.

No lo interrumpas,

está escribiendo latidos del mundo.


Fotografía: Airam Hernández López

Texto: Benita López Peñate


viernes, 9 de octubre de 2020

Hombres de la mar

 

En recuerdo al pueblito de pescadores llamado Las Burras, en San Bartolomé de Tirajana, Gran Canaria. De allí, imposible obtener imágenes de barcas. Sus calles fueron borradas. Estas las tomé prestadas del Castillo del Romeral. No le separaban muchos kilómetros a estos dos pueblos, aunque Las Burras fuera más al Sur de la isla.


Aquellos hombres, 

que cebaban las olas

con las manos

y te daban el pescado

en la playa,

viven ahora

perdidos

en  calles de cemento.

Las calles de aquel mar

ya no existen.

Benita López Peñate

sábado, 3 de octubre de 2020

Román del Pino


 No sé que ha sido del poeta,

si ha continuado o no

 escribiendo poemas

 "al este de la aurora";

lo único que sé

es que un día regaló unas playeras

a otro hombre.

No tiene playeras

y las que tiene están rotas,

le decía a la madre.

Solo tenía dieciséis años.

Benita López 

sábado, 26 de septiembre de 2020

Savia de libertad

 


                                                                                            A Airam, Evaluna y Jana

Los pájaros también se posan en los árboles secos. ¿Es motivo suficiente para no limpiar el bosque? Y si no existiera bosque, sino arbustos nacidos al azar, sin más verde alrededor y, por ello, por nacer al azar, en tierra de agua esporádica por no ser tierra de lluvia, naciendo solo de rocíos nocturnos de mera humedad,

cuando las raíces crecen no tienen el sostén de agua suficiente para que corran las acequias de savia y mueren y ahí permanecen en pie, ¿es motivo suficiente que los pájaros se posen en sus ramas para aceptar que cubran el horizonte con sus ramas secas frente a la casa? ¿Sería imagen hermosa para los ojos de mi hijo y su familia cuando al amanecer abran las ventanas? Sí,  podría ser motivo suficiente en una lectura de sensibilidad sencilla. Aunque el pasado, el presente o el futuro tengan ramas secas, estas ramas sostienen voces de cantos y alas; vienen los pájaros y los toman como sustento para el canto, o como estación para detenerse: son campos de juegos, o campos para dormir, o campos para descansar cuando buscan en derredor alimentos para sus picos o ramitas para sus nidos. Si vienen, algo han de tener; y si hay canto, y si hay alas, y si hay vuelos algo de espíritu de libertad tienen esas ramas. Pero está la otra lectura. La imagen alegre de los pájaros saltando de unas ramas a otras de un árbol seco

puede llevar a la no limpieza del bosque cuando es necesario, a la no limpieza de todo lo que impide ver el horizonte: el anclaje a cosas de la vida que ya están muertas y que se apropian del alma humana como si fuera un cementerio, alma cementerio de cosas muertas. Ante esta disyuntiva decido quitar los arbustos secos frente a la casa que hasta hoy ha sido la casa mía pero que a raíz de mañana será la casa de mi hijo, raíz que quiero tenga agua siempre, que no haya rastrojos que obstaculicen los caminos naturales del agua.

            Benita López 24 de septiembre 2020

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Imagen de la calle

Los codos en las rodillas
y la cabeza en las manos.
Qué tendrá en la mente
que tanto le pesa.

Soledad de pandemia. 
La gente pasa
y nadie se detiene.



Benita López 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Un gato

 Un gato negro

a la luz de una farola

caza ratones.

Igual que una sombra

acecha detrás de un arbusto.

Benita López Peñate

domingo, 6 de septiembre de 2020

Septiembre 2020


1
La pandemia vacía las calles.
Nos encierra dentro de las casas.
Ojalá no sea encierro la casa
ni la calle sea vacío:
de la casa palpita la calle
y de la calle respira la casa.
               
2
Un pájaro
picotea las montañas
y también las llanuras,
los barrancos,
las laderas.
Alguien le pregunta,
¿Qué estás plantando?
Y él responde:
 La nada.
Para que el ser humano
cuando despierte
tenga que comenzar de nuevo.
                              

3
Hago nidos en la noche.
Texturas algodonadas en mis dedos
escalan las durezas.


De nido en nido alejo
esta tranquilidad  agachada
de incertidumbre.

Son los nidos
telescopios para mi mente.
Cuando llego a la cumbre
de la pared de mi cabeza
son otros mundos los que se abren.
                              

4
Regreso de la calle.
Dentro de la casa,
continuo con la mascarilla puesta.
A todo se acostumbra uno.

5
Tras la mascarilla
los ojos son lo único que se ve.
Ritual de embellecimiento
para salir a la calle:
lápiz de ojo
y pinturas de párpados.
Barra de labios solo en casa.
               

6
Horizonte azul.
Puede ser de cielo o de mar.
Desconozco el pueblo.

Duda de azul
mientras camino
la calle empinada.

Espejismos...
Por un instante
o para toda la vida.

Benita López Peñate

África


Desposeídos
de la tierra y del agua,
solo el polvo
cultivan sus manos.
El imperialismo
vacía de tierra el continente.
Benita López Peñate

viernes, 21 de agosto de 2020

A la hora del sueño


Los remos quedan a un lado,
no los traigo conmigo a la cama:
descargarían sobre mí
en estas horas  de sueño
todo el cansancio.
La barca sí se viene conmigo,
a fin de cuentas, la barca soy yo.
En la alta mar del sueño
no necesitan remos mis brazos. 
Benita López Peñate

jueves, 6 de agosto de 2020

La estrella como símbolo


La estrella como símbolo

 

En el cielo azabache

anclas de luz.

Balcón a la noche.


Me agarro a una estrella.

Entre mis dedos 

los rayos y centro de luz.

 

Quito la cerca de corral

alrededor mío.

El mundo es más grande.

 

Corren los animales

y crecen las plantas.

 

 (ilusorio pensar

las luces del cielo en la mano,

pero tiene su parte de realidad:

nos empuja hacia adelante  

cuando la tierra se junta con el cielo

 y nos aplasta.)

Benita López Peñate

 

viernes, 31 de julio de 2020

Tocar la palabra en el agua de los ojos



Para reconocernos
nos miramos a los ojos
más que nunca.
Protección frente a la pandemia.
Oculto el rostro tras la mascarilla
la frente recupera
los cimientos de la luz.
Costumbre que nunca se debió perder.
Los ojos de nuestros ancestros.
Cuando la muerte desaparezca
y salgamos libres a la calle
con el rostro al descubierto,
ojalá los ojos no pierdan
el lugar que le corresponde
en el edificio de la luz y de la sombra.

Fotografía ojo de Hari : Gloria Cabrera
Autora texto: Benita López Peñate

sábado, 18 de julio de 2020

Abanicos de hojas

Abanicos de hojas
a la entrada de la casa.
Me hizo ilusión
recogerlas del suelo
para airear las tardes.
Quienes me visitan
toman su hoja a la entrada,
se sientan
y comienza la tenue danza
de aire y savia en el rostro.
Al despedirnos
se la llevan con mucho cuidado,
como si fuera el mayor tesoro del mundo
.
Benita López Peñate

Un claro en el sol

Sombra en el suelo
en medio de un sol de verano.
Arboleda cercana.
Abanicos de hojas
calman la tarde.

Un claro en el sol
las copas de árbol.
Frescor en el rostro.

Benita López Peñate

martes, 14 de julio de 2020

Acequia


                                                                                           A mi hijo Airam, por acompañarme a los recuerdos de una                                                                                              acequia. Tierra esta origen de la madre.

El agua corriendo por la acequia y nosotros deteniéndola a la entrada de cada surco. Cuando se llenaba, pasábamos al siguiente. Poco a poco el agua se iba yendo a la hondura de las raíces, quedando en la superficie  la tierra embarrada . Así es para mí la poesía. Riega los surcos de la mente y después desaparece por esos mundos de ahí abajo que la sostienen. Si alguna vez me vieras planta de tomatero mustia, llévame al agua de una acequia. Y si fueran días de verano, días de agua ausente, no importa, llévame de todos modos. Los recuerdos que despierta el cauce seco de una acequia de piedras, es agua suficiente. Soy también semilla nacida en tierra de secano.
Fotografía: Airam Hernández López
Texto: Benita López Peñate

viernes, 10 de julio de 2020

Siembro en el corazón

Necesito  sembrar en el camino.
La tierra más próxima a mí,
está en el pecho,
puñado de tierra
sin distancia
entre la semilla y el fruto:
siembro hortalizas
y ya me enraman las verduras,
siembro árboles
y ya colman mis labios la fruta.
En el corazón
el tiempo de siempre no existe.
Son otras las horas.
Benita López Peñate

domingo, 28 de junio de 2020

Protección de la manada


                                                                    A mi hijo Airam, protagonista de este relato.
                                                                     Suyo también es el título.

Cantos de pájaros en el patio. La algarabía es más intensa que otras mañanas. Un pájaro aletea en el suelo, es una cría, abre sus alas, pero no alcanza la altura del vuelo y cae. Sobre las rejas los cantos se vuelven más intensos,  tres pájaros presencian la escena y uno corre de un lado para otro. Intenta cogerlo pero se escapa, alza el vuelo, cae, corre y se esconde en el cuarto pileta. Pasan las horas y llega el hijo. Continúa la algarabía y le cuenta lo sucedido. El hijo entra al cuarto y sale con el pájaro en las manos. Sube a la segunda planta, abre una ventana; frente a él están los pájaros, pero ante el temor de que caiga de nuevo, desiste. Baja la escalera, sale a la calle y lo deposita en un solar vacío. Los tres pájaros, posados ahora sobre un poste de la luz junto a la casa, salen corriendo y en el suelo lo arropan. Protección de la manada, comenta el hijo.
Benita López Peñate

lunes, 8 de junio de 2020

La tranquila noche

La noche diluye
edificios del día.
Las horas del trabajo desaparecen.
Desde lo más recóndito
recupera la noche
mis otras horas.
Los ojos rebosan esplendor:
gotas de sueños
riegan mi tierra nocturna.

Benita López Peñate

martes, 26 de mayo de 2020

Mujeres salvadoras



                                         A mi cuñada Susi, por ser…

De esas mujeres que existen en todas las familias, mujeres que al cuenco de sus manos van todas las lágrimas y a sus hombros van todas las cargas, porque son mujeres de escucha, mujeres optimistas, que no se precipitan, llaman a la calma, como la orilla quieta de un mar en tormenta. Mujeres salvadoras, salvar es su sino, y nadie las consuela, ellas lloran a solas. Podría renegar y no ocuparse de nadie, y decir: «Es mi momento, escúchenme a mí,  denme un hombro para llorar, denme el cuenco de unas manos para llorar». Podría decirlo y encontrar a mujeres que la escuchen, que recojan sus lágrimas. Pero ella necesita seguir. Cuando encuentra un hombro, se detiene; pero ese hombro enseguida reblandece porque ella es distinta, es como una esfinge, como una santa: un corazón bueno puede ayudar a un corazón santo, puede hablar con él para consolarlo, pero, sabiendo que es un corazón santo, decae y lo que le brota es devoción. Y sigue la mujer adelante.

Las Palmas, 12 de febrero de 2020

Benita López Peñate 

domingo, 24 de mayo de 2020

Primavera 2020



1
Mirar al mundo,
no mirarme a mí ni al otro.
Mirar al mundo,
a la compañía que el mundo da.

La noche delata gente viviendo.
A lo lejos, luces de un pueblo.
El camino para llegar
está en la oscuridad que lo rodea


A esta estrella cerca de mí
 pedirle que limpie
las mentes oscuras del mundo.

2
Arbusto florecido en la autopista
refracta corona fúnebre en mi cabeza.
Días de pandemia.
Miedo calado hasta los huesos.


Campos verdes, amarillos.
Pasa la neblina más espesa
y  nada se ve.
Color humo, color negro, color fuego
y se diluye
como la vida misma.
Los momentos malos, pasan;
y después, conformarnos
con lo que queda tras la niebla:
a veces, pletórico;
otras veces, no tanto.


Lluvia cernida de primavera.
Gota de agua
refresca los labios de mi hijo
en el envés de una hoja.
(Fotografía: Airam Hernández López)


Gotas de lluvia
cuelgan de las tuneras.
Agua libre de espinas.

(El gua del cielo se puede beber
aunque sea en campos poblados de púas)


Gotas de lluvia
detenidas en el aire:
hilos invisibles las sostienen.

Telar de araña.



El verde escapa de los pasos.
Nada nace en el camino trillado.

Flor de margarita bordea el camino.
Quien pasa cuida de no pisarla.


Humedecer siempre el pensamiento.
La sequía no trae sino desierto,
desiertos carentes de arena.
Sin agua, la savia en los campos
y la sangre en las venas, se seca.
Con agua, hasta en las piedras
el verde brota.
La umbría ablanda su dureza.

La vida, solo a veces es
manto de flores sedoso
para caminar
 con los ojos abiertos o cerrados,
o tomarlo del suelo
y echarlo sobre los hombros
como manta esperancera.
La vida casi siempre es
hilvanes de rosales y cactus
para andar despacio, con los ojos abiertos,
en busca de los momentos sedosos
esquivando las espinas.
La vida casi siempre es
el camino que recorre una abeja
para tener miel.

Benita López Peñate











Un poema haikus de mi hermana Ana, en Playa Blanca (Puerto del Rosario, Fuerteventura)

                En noches libres             los cantos de las pardelas.               Suave murmullo.   Fotografía: Ana López Peñate Poema:...