Ruido de alegría. Alegría que grita, que salta y tiene al corazón de unas manos de la alegría a otras. No puedo exigir que guarde silencio, que esté quieta, pero sí rogar que se quede conmigo, lejos de la exaltación para que mi corazón no sufra, que sonría tan solo, ofrendando su silencio para que perdure en rosario de gotas. Tengo surcos para enraizar la belleza. Asiento su resplandor en el pecho. En un susurro de tierra la planto y entonces la alegría crece serena, desuniendo ramas que tensan las cuerdas del camino. Para que la belleza no se pierda, para que no anide en el ánimo los latidos de un corazón exaltado, construyo tierra y muros para que tan solo sea continuación de la casa común, la casa que recorro todos los días. Dentro de la casa, la alegría se torna pensamiento sereno que abona la tierra del pensamiento serio. Solo así descubro la alegría en toda su magnitud, la belleza en todos sus matices. Tengo...
Benita López Peñate