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FOTOGRAFÍA: JUAN GONZÁLEZ
TEXTO: BENITA LÓPEZ PEÑATE
Con el paso de los años todo se desvanece, solo luces y sombras perduran. La luz no tiene edad, imposible saber si son de hoy, de ayer o de mañana las mujeres y hombres de esta imagen. El lugar también desaparece, la vestimenta se desmorona, la alegría de este muro puede ser de la Habana o de un pueblo de mi isla. No hay tiempo, en la luz el tiempo no existe: nada envejece, no envejece el amor, la amistad, el respeto, la imperecedera alegría de la luz no envejece. Después del último baile —desdibujada la materia—no se distinguirán las figuras, pero las luces y sombras permanecerán en la memoria de una calle.

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Horas por mí encarceladas

    No quiero ser mujer en queja                      pero mientras limpio la casa pienso que podría estar en otro lugar, son extraordinarias las horas de los días libres, horas de mente vigorosa de amanecer el día sin obligación de entrar en el camino del salario, horas que siento perder en estas tareas, horas distintas a las horas de lunes a viernes, días estos de horas polvorientas que se arrastran por la tarde con el peso de la mañana, horas que no me desccubren alegría en las cosas.  Si viviera en otro sitio, quizás no fuera así, un lugar más verde, más húmedo, no tan seco. Pero todos los lugares tienen sus miserias. Los sentimientos que ahora me golpean se deben a un mal uso de las horas, es una pena tan grande destinarlas a tareas que podría realizar con mis otras horas, con las horas sucias, las horas cansadas, aunque no las termine y las deje para el día siguiente o para el otro, o para cuando pueda, no pasar...

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