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VOZ


Corazón y mente de los años andando construye el agua propia. Coincidir en el camino es posible, incluso en casi la totalidad del trayecto; pero siempre habrá una milésima, un segundo, un centímetro, un gramo, una brizna que nos diferencie. En ese casi nada, en ese casi inexistente, en ese algo de hebra de luz  es donde surge la voz propia del río que subyace a lo que nació ahí arriba. Cada agua tiene su huerta, sus matices de verduras y frutales; voz de espesos muros que la aíslan del afuera: las paredes del corazón a solas escribiendo en el resguardo de las paredes nocturnas del pensamiento. Muchos son los mapas que nos ayudan y muchos los poemas y las novelas de antes de nosotros que nos indican cómo buscar la fuente, como tirar de un hilo en nuestro ser hasta dar con el centro: lámparas iluminarias que nos alumbran para llegar a una ciudad o a una mina de agua. Pero las aguas solo sacian a su voz dueña. El uso de otras aguas distintas a la fuente propia desgaja a los árboles del verde que dice sostenerlos.
BENITA LÓPEZ PEÑATE

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