La naturaleza
siempre tan presente se vuelve hoy interrogante para mí. María Zambrano dice:
«El ser de la naturaleza es invariable». Entonces, ¿es invariable el árbol?
¿Cómo es posible que sea inmutable lo que hasta ahora ha representado
movimiento para mí? Y descubro la causa. La unidad. La raíz permanece
invariable. Las hojas, las flores y el fruto son la expresión escrita de su
voz. Un día me dije: «No te preocupes, serás un puzle». Y sí era para
preocuparme, ¿cómo reconocerse, entre sí, versos escritos con voz diferente
aunque tuvieran intención de conformar un solo árbol? Es tan difícil cuando el
ritmo no es el apropiado… ¿...? ¿Apropia-do? ¿A-propia-do? ¡Increíble!. Mi
corazón deposita fuera las imágenes en súplica de fuente, el deseo de libertad
niega en él otras melodías, no quiere que ningún cauce lo apropie. Es doloroso
y largo el aprendizaje del agua. Solo cuando se haga río, será capaz de su
propia música. Seguramente distinta a la
de ahora, aunque siempre mirándose en el agua primera que le dio el ser: sería
absurdo un corazón desdiciéndose de sus propios latidos.
BENITA LÓPEZ PEÑATE
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