sábado, 26 de octubre de 2019

Galileo


Galileo afirma que la naturaleza es el gran libro. Que lo tenemos ahí, abierto ante nosotros para la lectura Y que no es perfecta, que tiene sus irregularidades, pero  estas no la minoran en absoluto. Galileo también nos habla de la  importancia del alfabeto, que con solo veinte caracteres podemos hablar con personas que ya han fallecido o que aún no han nacido o con personas que viven separadas por grandes distancias. Y Galileo también afirma que el pintor cuando pinta un pájaro, usa distintas tonalidades de colores, sin añadir una pluma porque entonces sería un pájaro y no su pintura, y que cuando pinta a un árbol tampoco pone una hoja porque entonces sucedería lo mismo. Todas estas cosas nos decía Galileo,  ¿podría afirmarse también de un poema?
Benita López Peñate

La vida...


Hombre a la puerta de su casa,
con zapatos de días de fiesta
y ropa de permanecer encerrado.
Todo en él denota senectud
deteriorada y vieja
y no tiene más de cincuenta años.
Las casas siempre van con nosotros a la espalda.

Benita López Peñate

Bares


Acera fúnebre.
Quienes pasan,
ahí mueren.
Acera testimonio fiel
del interior de un bar:
conversaciones guillotinas
en cuellos inocentes.
Palabras de rictus  amargos
de seres que nada anhelan,
perdida la mirada en un vaso
como si el alcohol fuera el calor de la esperanza
en el frío gris del vacío
de un agujero abierto en sus cabezas.
Bares lúgubres,
velados al aire y a la luz de la calle,
a la luz de la mirada abierta
de los ojos conectados a la vida.
Benita López Peñate

Un poema haikus de mi hermana Ana, en Playa Blanca (Puerto del Rosario, Fuerteventura)

                En noches libres             los cantos de las pardelas.               Suave murmullo.   Fotografía: Ana López Peñate Poema:...