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Mostrando entradas de agosto, 2018

CARILDA: LA DESNUDEZ DEL ESPÍRITU

Un verso recoge el ser de Carilda Oliver Labra: «Me desordeno, amor, me desordeno». Aquí está la poeta, la mujer auténtica, sin vestiduras que constriñan la libertad del espíritu, un espíritu que se amasa y hace carne con harina del pan verdadero: la pasión.   Porque, qué es la vida sin pasión. Nada, y ella lo sabe, porque muere si no es auténtica. Cuántas mujeres y cuántos hombres han muerto por no serlo. Esta mujer se desordena, porque es ese el único orden que conoce la pasión. Y ella canta, desnuda su cuerpo y lo convierte en poemas, en éxtasis, cuando un hombre naufraga en su cama. Canción que escuchamos al leerla, canción espejo donde se ven reflejados los espíritus libres y los espíritus encarcelados. Poemas auténticos, sin artilugios y sin añadidos ajenos al temblor de su piel. El fuego destila agua en las manos de Carilda, y con ella construye sus versos, agua destilada en la fuente de fuego de la pasión. Y por eso siempre está presente esa lluvia en sus poemas, no solo...

ENSOÑACIÓN

¡Cuánto amor derrama la noche en su forma apacible de estar y cuánto amor este modo mío de estar yo en su piel negra! De ella vino la luna a mis labios escrita. Ojalá devenga cenizas y carbón: llamas de hoguera, presencia de luz, luna en mis labios que oran en el templo de la esperanza al arte de ensoñación del silencio. El rezo de la escritura me da templanza, rosario de semillas en arrullo de letanía: encarnado en espíritu el silencio dibuja el paisaje de afuera en mi piel. Benita López Peñate

Lectura del bosque

LECTURA DEL BOSQUE Si al salir del bosque siguiéramos siendo las mismas personas que somos allá dentro, no habría guerra. De ahí la importancia constante de su lectura. Un árbol despojado de su raíz tiene motivos para fallecer,  pero ¿de qué murió un árbol que aun permanece en pie? Tal vez la lluvia se olvidó de pasar por aquí. El árbol de la violencia extiende sus ramas de una mente a otra para conformar su copa.  Quitamos las ramas y vienen otras, no podemos arrancarlo en nuestra cabeza. Pero sí buscar su raíz y no regarla. Benita López Peñate