Me niego a ver tristeza en el cauce seco de un barranco. Simplemente está ahí para cuando la lluvia venga. En mi isla el agua se da de otro modo: los manantiales nutren hilos subterráneos. A veces afloran, pero nunca los llamamos ríos, no es nuestra realidad. Y cuando la vemos en caudal grande la llamamos: agua o barranco corriendo. No sentimos en ella al rio, al agua que comienza en un alto de tierra y acaba en el mar como metáfora de los año. El cauce casi siempre está seco. Pero el agua que se desliza oculta, enriquecida de minerales, y desemboca en el mar, sí podría ser la imagen del camino. Agua visible solo en galerías y pozos cuando la necesitamos.
Benita
López Peñate
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