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El agua en mi isla





Me niego a ver tristeza en el cauce seco de un barranco. Simplemente está ahí para cuando la lluvia venga. En mi isla el agua se da de otro modo: los manantiales nutren hilos subterráneos. A veces afloran, pero nunca los llamamos ríos, no es nuestra realidad. Y cuando la vemos en caudal grande la llamamos: agua o barranco corriendo. No sentimos en ella al rio, al agua que comienza en un alto de tierra y acaba en el mar como metáfora de los año. El cauce casi siempre está seco. Pero el agua que se desliza oculta, enriquecida de minerales, y desemboca en el mar, sí podría ser la imagen del camino. Agua visible solo en galerías y pozos cuando la necesitamos.
Benita López Peñate

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Arcilla de memorias la infancia en mis manos armando surcos. La tierra ya la tengo y también el agua, arterias de acequias pigmentan en el aire acuarelas de tomateros.   Fotografía: Celedonio López Texto: Benita López  

Horas por mí encarceladas

    No quiero ser mujer en queja                      pero mientras limpio la casa pienso que podría estar en otro lugar, son extraordinarias las horas de los días libres, horas de mente vigorosa de amanecer el día sin obligación de entrar en el camino del salario, horas que siento perder en estas tareas, horas distintas a las horas de lunes a viernes, días estos de horas polvorientas que se arrastran por la tarde con el peso de la mañana, horas que no me desccubren alegría en las cosas.  Si viviera en otro sitio, quizás no fuera así, un lugar más verde, más húmedo, no tan seco. Pero todos los lugares tienen sus miserias. Los sentimientos que ahora me golpean se deben a un mal uso de las horas, es una pena tan grande destinarlas a tareas que podría realizar con mis otras horas, con las horas sucias, las horas cansadas, aunque no las termine y las deje para el día siguiente o para el otro, o para cuando pueda, no pasar...

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