sábado, 24 de febrero de 2024

DIÁLOGO CON MI NIETA JANA

                                                        A mi hijo Airam,          

                                                        a mi nieta Jana,

                                                        a mis nietos Himar y Pedro,

                                                        a mi sobrino nieto Alex. 

 

Escritura en promesa a alguien.

Era Día de Reyes, día de alegría y de visitas en la cuartería. Yo tenía dos años. Y los Reyes Magos me trajeron en casa de mi madrina una bandejita de vasos preciosos, transparentes y de colores brillantes que nunca antes yo había visto, porque aun hoy es y los tengo en el fondo de mis ojos como si fueran sedimentos luminosos de todos los colores del mundo. Me decían, invítanos a tomar algo. Y yo iba con mi bandejita de vasos de uno en uno invitando. Todos hacían como que bebían y todos reían y reían y yo no lo entendía, creyendo que en verdad los invitaba a tomar algo aunque los vasos estuvieran vacíos. Fue la primera vez que me sentí cohibida en público, encogida en mi alma infantil pequeñita. Y por eso cuando juego con mi nieta en su cocina de juguete y viene toda seria con su platito y taza de café, lo tomo muy agradecida y le doy las gracias. El juego es un asunto que se toma muy en serio,  ella sabe que la taza está vacía.


Cuando tenía 14 años y estaba en 7º de EGB le pedí a los Reyes Magos una enciclopedia, una enciclopedia grande, de varios tomos como las que tenían mis amigas en sus casas. Tienen la vida de todos los escritores y personajes del mundo y tienen un montón de fotografías, le decía a mis padres. Pero el Día de Reyes, entre los regalos envueltos ninguno revelaba ser la enciclopedia. Al desenvolver el último, era un diccionario enciclopédico pequeño. Es solo un libro, esto no es, le dije a mis padres. No la encontramos, en las librerías no había, respondió mi madre. Ya yo leía poemas de Miguel Hernández, el poeta de El niño yuntero y Nanas de la cebolla. Y el libro Lazarillo de Tormes y sabía quiénes eran los Reyes Magos. Eso alivió mi pena. Mis padres eran aparceros y la enciclopedia tenía que valer mucho dinero. La imagen triste y a la vez hermosa de mi madre y mi padre buscando una enciclopedia para su hija aparcera me ha acompañado toda la vida. Tengo sesenta años y el diccionario aun lo conservo, se llama Diccionario enciclopédico Escolar Básico. Me ha acompañado a lo largo de la vida en mis mudanzas. Tiene las tapas desvencijadas, y la tapita del lomo la perdí y no la encuentro. Luce hermoso, las hojas parecen de cebolla, pero se mantienen firmes y tersas y se pueden leer, tienen un color ocre precioso, el color marrón dorado que las cosas van tomando con el paso del tiempo. Cuando tenía cincuenta años papi me preguntó qué quería para Reyes, un diccionario de un solo tomo, respondí- Ya tenía ordenador, podía buscar las palabras y sinónimos con mucha comodidad, pero quería palpar la búsqueda de las palabras, palpar la tierra de sus páginas. Y los Reyes Magos me lo trajeron. Lo tengo conmigo, es el que está junto al primer diccionario en la mesita de la sala. Hoy busqué a Benito Pérez Galdós y sí está en los dos diccionarios, con una pequeña reseña; en el antiguo es más pequeñita y no tiene fotografía de su rostro. El diccionario nuevo es más amplio, y tiene más imágenes y mucho más colorido. El antiguo también tiene color, pero en muy pocas páginas, ¡y si vieras qué página me gusta más!. Es una página plena de pinturas, primero una de arte rupestre, después una de arte egipcio y por último de arte religioso, la última cena y dos imágenes más. Tienen una luz dorada muy bonita, una luz amarilla de un sol de oro. Hay algo que quiero contarte. Al principio, el diccionario nuevo me daba mucha tristeza. Para mi hijo tuvo que ser costoso pagarlo en aquellos difíciles tiempos. Un día lo escondí detrás de otros libros para no verlo. Y ayer, ordenando y limpiando, me dije: ¡Se acabó! Y lo deposité en una caja de libros para donar en la calle. Pero en el último instante lo tomé en mi pecho y la tristeza desapareció en la luz de las manos de papi dándome el diccionario aquel día de Reyes.

 

Un año, para ir al colegio, teníamos que cruzar un barranco caminando, bajar por una ladera y subir por la otra mi hermanita y yo, ella con 7 años y yo con nueve, en 2º y 4º de EGB. Un día, una de las actividades de clase fue salir al patio para arrancar la hierba alrededor de un árbol. Yo iba tranquila y contenta, era una actividad que sabía hacer muy bien. Empecé a arrancar la hierba un montón de rápido para que la maestra viera lo bien que yo lo hacía. Pero ella me apartó y no me dejó continuar. Me sentí sola y triste. Veinte años después,  la reconocí en un acto cultural que organizamos y no le dije que había sido alumna suya. Hace un año, hablando con mi hermana y mis hermanos me dijeron que si la maestra no me aparta, yo arranco la hierba enseguida y los demas niños y niñas no aprenden. Y reímos mucho. Ese razonamiento me reconcilió con ella, simplemente fue que no supo retirarme con delicadeza. En mi mente de niña lo sentí como un rechazo. Hay un algo, un aire, que si me envuelvo en el recuerdo, de nuevo lo percibo: Me miraban distinto. Muchas veces eran visibles en nuestros brazos y manos las huellas de trabajar en los tomateros el día anterior por la tarde, churres les decíamos, parecían pinturas de ríos verdes al óleo o en agua, difíciles de quitar. Escribiendo en el pupitre no podía esconder las manos.    



Jana, pero no todo fue triste ese año en el colegio, tengo dos recuerdos y uno es muy bonito y fue con la misma maestra. Todos teníamos que escribir una carta a un niño o niña de la clase de modo que cada uno de nosotros recibiera en su casa una carta enviada por correo postal. Era un sobre muy bonito, blanco con una raya azul y una raya roja en sus bordes, y un barquito y un avión en una esquina. El día que vino el cartero, mi madre pasó vergüenza, se sintió como obligada a pedirle disculpas al ver que yo era una niña: ¡Ha venido hasta aquí…! Es un juego de los niños en la escuela. No creo que el cartero pusiera mala cara, sino que para mi madre las cartas eran para asuntos importantes, nunca habían recibido una, y la cuartería estaba alejada, el cartero tuvo que desplazarse varios kilómetros. Y también la falta de costumbre de recibir los mismos servicios, ni siquiera los servicios mínimos, que recibían las personas que vivían en el pueblo. Esto fue una nota triste, me sentí como si no pudiera recibir una carta como los demás niños y niñas de la escuela. Pero es un recuerdo lindo, la imagen del sobre con sus línea azules y rojas y con su barco y avión pequeñitos fue una de mis primeras vivencias de la belleza y también porque supuso casi el inicio de un girasol de preguntas y respuestas, igual que tú, que siempre estás haciendo preguntas, por qué esto, porqué lo otro, por qué por qué, aunque sean sobre cosas distintas: por qué el sol, por qué la lluvia, por qué las nubes. Si puedo, el lunes te enviaré una carta desde la casa de Texe y Hari enTenerife, y si lo encuentro, elegiré un sobre igual al de la escuela, con su avión y barquito y líneas azules y rojas. Aun no sabes leer, cumplites este mes solo 4 añitos, pero escribiré tu nombre y el de tus hermanitos que ya sabes leerlos, y las vocales y consonantes que ya distingues y asocias a otros nombres y una postal linda de flores.


 

 


Benita López Peñate

Continuará.

 

 

                                   

                                                                                                             



lunes, 5 de febrero de 2024

Aglutino lo disperso y mi casa regresa

 


                   I

La noche tiene un corazón

y el corazón tiene una puerta.

Toco y la puerta se abre,

el alma recobra el baile y el canto,

la honda oscuridad líquida.

Tiene la noche un misterio.

El anhelo de tocar a su puerta

nos mantiene en pie.


               II

Aglutino lo disperso

y las palabras van viniendo

como si fueran ladrillos.

Cada una ocupa su puesto.

Terminan la obra y desaparecen.

Ya no son palabras, son la imagen

del grafiti que construyeron.

Así ordeno mi cabeza.

 

Benita López Peñate


Un poema haikus de mi hermana Ana, en Playa Blanca (Puerto del Rosario, Fuerteventura)

                En noches libres             los cantos de las pardelas.               Suave murmullo.   Fotografía: Ana López Peñate Poema:...