Cada agua tiene su huerta, sus matices de verduras y frutales. Espesos muros la aíslan, corazón de día en la calle y de noche a resguardo: paredes nocturnas del pensamiento. El agua ajena no sacia nuestra huerta: los árboles no coinciden con los frutos que dicen ser suyos y las flores se desgajan del verde que las sostienen si el agua y la tierra no se pertenecen. En el agua propia la savia fluye por caminos innatos e invisibles que a sí mismos no se nombran, siendo la tierra y el aire quienes por ellos hablan en la ondulada senda de la belleza. No hacen bulla. BENITA LÓPEZ
Benita López Peñate